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Recuperar el centro

Emilio Lamo de Espinosa

El portavoz del PP afirma que los socialistas no han acabado de aceptar su derrota electoral. Puede que tenga razón, pues aquella derrota fue casi una victoria. Pero sin duda no se percata de que tampoco el PP ha acabado de aceptar su propia victoria y esto es, qué duda cabe, mucho más sorprendente.El ciudadano no valora con el mismo rasero al Gobierno y a la oposición. Y hace bien. Del primero se espera que gobierne, no que se oponga. Y del segundo se espera que se oponga, no que intente gobernar. Y la verdad es que últimamente, no tenemos mucho ni de lo uno ni de lo otro.

Que el PSOE no acaba de salir de su ensimismamiento y, más que hacer oposición asegura que va a hacer oposición, tenemos pruebas a diario. Mientras Felipe González trabaja afanosamente por solucionar los problemas del ancho mundo, los nuestros están ayunos de su probada capacidad de estadista. Y así, la principal preocupación del PSOE es la fecha de su congreso o la composición de la ejecutiva, temas de inmensa trascendencia, pero que no sé bien cómo afectan al ciudadano o en qué contribuyen a orientar la acción del Gobierno.

La actitud del PP es, si cabe, más desconcertante pues al tiempo que desarrolla una política económica que cosecha notables éxitos, despliega una política "política" opaca y que se le va de las manos en dos de cada tres ocasiones. Así, presiona a Castro, pero éste acaba ganando la partida; pacta con los nacionalistas tras acusarles de todos los males, pero explica mal su opción y ello le resta apoyos; lanza la acusación de los 200.000 millones de pesetas perdonados a "amiguetes" del PSOE, pero más tarde asegura que no puede probar nada; se lanza, mal asesorado, a la batalla de la plataforma digital en aras de la libre competencia para inmediatamente huir hacia adelante con la nueva guerra del fútbol, al que declara "de interés general". Al parecer todo debe ser privatizado, incluso la sanidad o el agua, pero el fútbol hay que socializarlo, un contraste que a los no conocedores de los misterios del libre mercado nos deja muy sorprendidos. ¿A qué tanto nerviosismo?

Según parece, tras los sustos de los últimos sondeos electorales, el PP ha regresado a sus fueros y hábitos: "Váyase, señor González", darle caña al mono, golpear sin tregua, oponerse. Pero si malo es oponerse a golpe de sondeo, peor es gobernar a su ritmo.

Para empezar, puede que los votos no se hayan perdido; es razonable pensar que simplemente han regresado a los cuarteles de invierno de la abstención, de donde salieron durante la campaña para apoyar al PP, y de donde previsiblemente regresarán a su tiempo... si se actúa con sensatez. Y en todo caso, mientras que el votante socialista se enerva, militariza y cristaliza ante el ataque (de modo que el PSOE mantiene una altísima fidelidad), el votante del PP, que ha ganado, se desmoviliza y, llevado de su talante poco proclive al combate político, regresa a sus tareas cotidianas. Los sondeos últimos no dicen que el PSOE esté haciéndolo mejor que el PP o que éste haya perdido apoyo. Dicen que el PP arrincona al PSOE y eso, que al electorado de centro-derecha no le interesa especialmente, encrespa al votante socialista.

Por lo demás, esa crispación del debate político (y el término "crispación" no es mío, sino de Pujol) contribuye a agudizar la polarización ideológica del electorado, lo que dista de beneficiarle. Según datos recentísimos del CIS, si el 32% de los electores son de centro, el centro-izquierda tiene un 25,1%, pero el centro-derecha sólo el 10%, de modo que cuanto más agite el PP las agujas de la ideología "prietas las filas" más se aleja del grueso de los votantes. Y así la vieja estrategia para recuperar apoyo puede que le esté restando apoyo.

El guerrismo de izquierdas era al menos comprensible, pues el PSOE tenía que gestionar su frontera con IU, pero el guerrismo de derechas puede ser suicida, pues a la derecha del PP no hay nada. Sólo el vacío.

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