La vaca 'Clavellina'
Entre las vacas -la Clavillina de capitana- había alguna colorá y llamaba la atención dentro de aquella manada que uniformaban las capas negras.Centenar y medio de vacas, cornalonas -unas astas larguísimas, finas como estiletes-, hermosas todas ellas. La gente del campo suele decir que la auténtica calidad de las ganaderías de bravo se advierte en el lustre de sus vacas.
Fernando Cuadri comentaba que los toros coloraos y los listones de su casa destacan del resto por la fortaleza. El estudio de los libros de la ganadería no ha podido desvelar las causas de este misterio genético. En cambio ofrece otros datos reveladores: el comportamiento de los toros repite casi siempre el de sus antepasados remotos.
"Después de una corrida" dice Fernando Cuadri, "solemos echar páginas atrás en los libros buscando el juego que dieron toros del mismo encaste lidiados anteriormente -lo llevamos todo anotado minuciosamentey es curioso comprobar cómo ese comportamiento se repite punto por punto". El toro Clavellino proclamado el más bravo de la feria de San Isidro de 1993 dio un juego calcado al del novillo Clavellino que se lidió en Las Ventas tres lustros antes. Ambos eran hijos de la vaca Clavellina, que aún vive y pasta con la manada y es quizá una de las vacas que han dado mejores productos en la ganadería Cuadri.
Por una de esas casualidades de la vida, en un momento dado la Clavellina se junta y casi disputa el pasto con una vaca comalona y bizca que tiene historia: a esa vaca le dio sus primeros muletazos Miguel Báez Litri cuando tenía 10 años, y le costó un terrible volteretón.
Cuenta el ganadero que Litri padre se acercó al chiquíllo, hizo así y dijo: "Venga, Miqui; a no quejarse y a la vaca, que así es el toreo. Y si no, pues ya sabes". Y Miqui hizo también así y fue y se levantó y volvió a la vaca. Evidentemente él sabía, y optó por ser torero. De esto hace casi 20 años; ya ha llovido. El concepto del toreo era otro hace 20 años; el del toro, también.
Babelia
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