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La casta por encima de todo

, Los toros del campo onubense ya comen. Los toros del campo onubense ya comían al terminar la semana pasada, con el fin del tremendo temporal de lluvias que cayó en la zona y con el sol de primavera que ya empezaba a vivificar la Tierra Llana. Allí, en Comeuñas y Cabecilla Pelá, del término de Trigueros, estaban los toros de Celestino Cuadri, un ganadero que busca, cría y defiende el toro de casta por encima de todo. Tres docenas de toros exquisitamente seleccionados con la única finalidad de que den en los ruedos el juego que demanda la fiesta brava.La corrida destinada a la localidad francesa de Vic-Fezensac es una de esas con las que un torero no quisiera encontrarse. Está mal expresado: es una de esas corridas que no quisieran ver ni en fotografía las figuras de moda. Un torero, en cambio, seguramente la daría fiesta; se recrecería ante las cara fosca, la cornamenta buida, el corpachón cuajado que presentan estos seis toros.

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La corrida de Madrid seguramente es más grande y más bonita. La corrida de Madrid -que también está apartada en uno de los cercados de Comeuñas- tiene, cara, tiene hechuras, tiene trapío y, además, se presenta hermosa y más que lo estará cuando vaya a la plaza dentro de los cuatro meses que faltan para la feria de San Isidro, en la que serán lidiados.

Cree Fernando Cuadri, el hijo de Celestino Cuadri a cuyo cargo está la explotación, que se van a notar al principio de la temporada los efectos del temporal de lluvias: "No dolencias reumáticas en las reses ni nada por el estilo" -dice, y tiene rezón: los toros están lo suficientemente embastecidos para aguantar las aguas y las nieves que les echen-, "sino porque en la última fase de su crianza la alimentación. es esencial, y como los campos se anegaron hubo días en que ni siquiera se les pudo acercar el pienso".

A finales de enero, sin embargo, ya herbaceaban los toros a sus anchas, ya podían recorrer las sendas los tractores y surtir los comederos, ya el ganadero y los vaqueros acercarse a las reses, observarlas de cerca, en caso de que tuvieran heridas poner remedio, moverlas a la voz o a toque de garrocha.

Estas tareas camperas requieren la pericia propia de los caballistas consumados y una ciencia campera que sólo da la experiencia. Y aún más si los toros son peleones, al estilo de los de Cuadri, que no aguantan ni el vuelo de una mosca.

Daba igual que fuera la cinqueña corrida de Vic-Fezensac o la bonita de Madrid o la de Bayona o la de Dax. El toro escarbón denuncia su mansedumbre en la lidia pero en el campo denota agresividad, y buena parte de los triguereflos de Cuadri rasguñaban la pradera lanzando pellas de fango al aire y reburdeaban a sus congéneres amagándoles embestidas con la mirada torba.

Alguno hubo que cobró, dicho sea en plata. Le habían dado los compañeros para ir pasando, permaneció días amagado en un soto rumiando su rabia y al oir movimiento de gente urbana, acudió, se engalló y pretendía pagar con la visita sus frustraciones. Uno hasta se arrancó de súbito, intentó saltar la valla y pues su altura se lo impedía, destrozó parte a fuerza de cornadas.

Una corrida de Celestino Cuadri fue la triunfadora de la pasada feria de San Isidro y, con tan halagüeño motivo, en otras plazas donde se había anunciado la quitaron del cartel. Los toreros -está mal expresado: las figuras de moda o las que se lo tienen creído- no quieren ver ni en fotografía estos toros de casta. El empresario de la localidad gaditana de Algeciras telefoneó a Fernando Cuadri: "El apoderado Teodoro Matilla no quiere que sus toreros toreen tus toros y, por tanto, los hemos sustituído". Los toreros eran El Tato y Pepín Liria. Ya ves.

"Nuestro objetivo es criar el toro de casta y si no lo logramos o no nos quieren, mejor será dejar esto", comenta Fernando Cuadri. De momento lo que hace es enviarlos a Francia, donde goza de excelente cartel. De cinco corridas importantes, con seriedad y trapío -una, cinqueña- cuatro irán a plazas francesas y la quinta es para Madrid, donde la afición exige el toro íntegro. Tiene Cuadri otra corrida, bien que terciadita, y esa la mandará a una plaza de tercera.

"Hace ya más de 40 años que mi padre se propuso criar el toro que siempre se exigió en la fiesta de todos los tiempos, y creo lo hemos conseguido", explica Fernando Cuadri. "Naturalmente nuestro deseo es que salga bravo y noble, pero si estas condiciones fallan, que no les falte en ningún caso la casta. Tal es el motivo de que nos centremos en unas seis corridas al año. Ni el esfuerzo que requiere esta tarea ni el estado actual del espectáculo dan para más".

Celestino Cuadri formó su ganadería hace 40 años. Hace 20 la cedió a sus hijos y se retiró a su cortijo Juan Vides, donde pasa horas leyendo. "Según mi padre" comenta Fernando Cuadri, "para formar una ganadería se necesitan no menos de 20 años y esta es la razón de que nos la cediera entonces. Si pasara algo, nos dijo, aún habría tiempo de que volviera a hacerme cargo de la explotación. Aunque, naturalmente, siempre hemos contado con su asesoramiento".

La ganadería se hizo con animales de José María Lancha, de Juan Belmonte, de Esteban González, de Urcola y otras procedencias buscando la casta Santa Coloma pura y no eran reses cárdenas pues aquella aún no había hecho el cruce Saltillo. El resultado es que hoy no se puede definir un origen concreto en lo de Cuadri.

Lo de Cuadri está empezando a ser una casta en sí misma y sus toros tienen una personalidad inconfundible. No es que sean los más bonitos de la cabaña nacional. Parece como si los hubieran comprimido por delante y por detrás y de ahí las anchuras que desarrollan, el morrillo alto de queso-bola, la cornamenta seria, astifina, acaramelada y vuelta. El toro, al fin. El toro-toro, el toro cabal, el toro que muchas figuritas no quieren ni ver. Y, sin embargo, ese es el toro que necesita la fiesta.

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