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La laguna que se resiste a morir

Villalba intenta desecar un humedal que se desborda cuando llueve fuerte

Vicente González Olaya

Collado Villalba (36.700 habitantes) tiene un problema con su estanque. Cada vez que llueve, el depósito, de 28.000 metros cuadrados, se desborda e inunda la cercana colonia de chalés. Así es desde que, en 1993, la laguna natural se cercó con cemento para transformarse en un quieto estanque. Así era en teoría, sólo que, con los temporales, el humedal vuelve a su antiguo cauce, hoy ocupado por casas. El gobierno municipal ha empezado ahora a desecarla ante la incredulidad vecinal.La inquina municipal contra la laguna data de hace dos décadas. Entonces ya se pensó en desecarla para urbanizar sus alrededores. La laguna Pryconsa manó cuando una constructora decidió levantar una urbanización. Extrajo enormes cantidades de tierra de una finca, que hasta entonces eran unos terrenos donde se escondía una acuífero natural. El agua afloró con fuerza. La vida surgió: peces, aves y mamíferos la eligieron como hábitat.

Pero el Ayuntamiento tenía ya sus planes: una nueva urbanización de chalés, calles, un parque... En 1985, el Ayuntamiento socialista concedió licencia para convertir la laguna en un vertedero. Los vecinos se opusieron: se colocaron delante de los camiones y presentaron una denuncia ante Medio Ambiente. En junio de ese año, el alcalde anunció que se detenían los vertidos.

Un año después, la Comunidad destinó 23 millones para acondicionar el humedal. Elaboró un proyecto que incluía la limpieza de los alrededores y la colocación de plataformas para los pescadores. Pero los peligros persistieron: aparecieron bidones tóxicos sobre las aguas e incluso un colector se rompió por varios lugares. El vecindario lo arregló. En 1993, una constructora empezó a poner las primeras piedras de una urbanización de chalés junto al humedal. En su publicidad anunciaba la inclusión de esta zona natural como parte de la urbanización. Los vecinos lograron que retirasen la falsa publicidad.

El Ayuntamiento, en octubre de 1993, volvió a la carga contra la laguna. Destinó 136 millones a domesticarla: llenar su fondo de cemento, construir un estanque y levantar un parque en torno suyo. Los vecinos lo llamaron el bidé del alcalde. Curiosamente, estos cambios coincidieron con un largo periodo de sequía. Pero en 1995 y 1996 todo cambió: las lluvias volvieron con fuerza; el agua de los arroyos que atravesaban la finca, ahora urbanizada, resurgieron; el acuífero se recuperó; el agua llenó una superficie recubierta de adosados.

El actual alcalde, José Luis Peñalvo, del PP, va a sacar todo el agua del estanque y de su bolsa subterránea y conducirla por tuberías al río Guadarrama. El plan es vaciar el subsuelo y volver a llenar el estanque. Si vuelven las tormentas, según el alcalde, el exceso de agua se iría al subsuelo y de ahí al río. Los vecinos creen que la extracción es ilegal y que la laguna resurgirá. El alcalde duda y añade: "A lo mejor".

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Sobre la firma

Vicente González Olaya
Redactor de EL PAÍS especializado en Arqueología, Patrimonio Cultural e Historia. Ha desarrollado su carrera profesional en Antena 3, RNE, Cadena SER, Onda Madrid y EL PAÍS. Es licenciado en Periodismo por la Universidad CEU-San Pablo.

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