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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

30 de enero

Los PISTOLEROS celebraron el Día Mundial de la Paz -aniversario de la muerte de Gandhi- asesinando en San Sebastián a un hombre, y dos portavoces de HB, amenazando a seis fiscales y jueces citados por sus nombres. El 30 de enero, día en que también se cumplían años del acceso de Hitler al poder.A Eugenio Olaziregi, empleado de una tienda de bicicletas, lo mataron porque alguien decidió hacerlo y tenía los medios para ello: el arma, la impunidad, la ausencia de cualquier escrúpulo. Más allá de eso, cualquier especulación es gratuita y sólo sirve para facilitar su tarea a la factoría encargada de encontrar pretextos a ETA. Desde hace años la estirpe moral de los delatores, la de aquellos soplones franquistas que pasaban información a la policía, está encarnada en los confidentes de ETA: en esas personas, miembros de comandos informativos o espontáneos sin alistar, que deslizan en oídos (o medios) que saben receptivos datos, sospechas o maledicencias que más tarde serán utilizados por esa factoría encargada de convertir a las víctimas en culpables.

Miembros de ese negociado tenían ayer buen cuidado en subrayar el carácter de "denuncia estrictamente política" de las acusaciones deslizadas por dos portavoces de HB contra seis jueces y fiscales del País Vasco. HB forma parte de una muy conocida coordinadora a la que también pertenece ETA y que coordina, precisamente, las relaciones entre el frente político, que amenaza, y el militar, que ejecuta. Por tanto, no puede considerarse que las denuncias personalizadas emanadas de HB sean una mera expresión de ideas políticas como la de cualquier otro partido (sin brazo armado). Cuando los portavoces llaman a "aumentar la presión" contra los jueces y fiscales señalados están incitando a intimidar a esas personas, como lo han hecho recientemente con periodistas y antes con políticos, profesores, sociólogos. El carácter específicamente fascista de esa estrategia de amedrentamiento respaldada por una banda armada ha sido resaltado estos últimos meses por todos los partidos democráticos, aunque luego, en general, no hayan sido consecuentes con esa caracterización.

El riesgo es que, en su intento por domesticar a los violentos mediante concesiones programáticas, algunos partidos democráticos abandonen sus propias señas de identidad (el estatuto, el pluralismo, la Mesa de Ajuria Enea) y la gente acabe prefiriendo dar su voto a quienes siempre las rechazaron, y de la manera más enérgica. Es lo que ocurrió en Alemania hace 64 años.

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