Carlos Casares publica una novela contra la violencia y la intolerancia
"Lo espontáneo siempre es el desorden". declara el escritor gallego
Aunque el protagonista de la última novela del escritor gallego Carlos Casares (Orense, 1941), Dios sentado en un sillón azul (Alfaguara), que se presenta esta tarde en la librería Crisol-Galileo, de Madrid, sea 'un dios menor' un intelectual gallego, viajero, cosmopolita y antidemócrata en aquel período tan fecundo de entreguerras, las exigencias tipográficas (ese Dios comienzo de frase) le obligan a la mayúscula que todo lo magnifica. Como en otros trabajos literarios, es una obra contra la violencia y la intolerancia.
Pero es, insiste Casares, "un dios menor "alguien con quien mantuvo una relación afectiva esa mujer que piensa, la mujer del relato, ésa que, ahora, a mediados de los años cuarenta, en una ciudad gallega que no se nombra y quizá puede reconocerse -acaso Orense- lo tiene por vecino de calle y desde la ventana lo ve pasar y, además, lo lee, todas las mañanas, en el diario local, y, además, lo sueña o lo recuerda de cuando el pasado era presente para esa mujer. "En esos tres planos", explica Casares, "se mueve la novela"; una novela que apareció hace un año en gallego (Deus sentado nun sillón azul), su idioma original, y que ahora él mismo ha dado en castellano, "sin excesivo trabajo, es cierto, pues los dos son mis idiomas".Todas las novelas de Carlos Casares tienen un nexo común como es la violencia y la intolerancia, y ambas cualidades del alma humana están presentes en Dios sentado en un sillón azul, y una época, además, que a Casares le resulta muy atractiva: ese periodo de entreguerras, esos locos y fecundos años veinte y treinta rodeados de tracas y pólvora. Y le gusta tanto esa época que ya está metido en otra historia, que tratará de las relaciones entre una joven y un joven falangista.
Facilidad narrativa
Ese "dios menor", ese intelectual de la novela que ahora presenta, podría ser, según pensaban en su tierra, cuando se publicó hace un año, Vicente Risco, extremo que Casares niega, aunque reconoce que bien vale de modelo de escritor cosmopolita ligado, entonces, a lo que Casares, con precisión eufemística, acaso, o paráfrasis políticamente correcta, denomina "ideologías no democráticas".La historia, en todo caso, no está basada en un hecho real, pero sí en una anécdota que le contó su madre hace muchos años. Los lectores de Carlos Casares, autor de las novelas Ilustrísima y Los muertos de aquel verano y de los relatos Los oscuros sueños de Clio, conocen la facilidad narrativa de este escritor gallego ("aquello que parece sencillo", puntualiza, "esconde tras sí un gran esfuerzo: lo espontáneo siempre es el desorden"); aunque también le adorna la leyenda de su facilidad para narrar oralmente historias. "Será por gallego", se ríe Casares; "allá todos somos así; es, verdad que tengo cierta facilidad para contar historias, pero escribirlas lleva su tiempo". Se considera una persona muy poco conceptualista, y sí, en cambio, "una persona que piensa narrando".
Esa facilidad oral, sin embargo, le da más problemas, como escritor, de lo que la gente habitualmente piensa. "Son dos vías distintas, y no sirve trasladar al papel esa facilidad expresiva". Y tiene un ejemplo: un libro de conversaciones con el gran escritor gallego Anxel Fole, célebre en su tiempo por su bien conversar. "Aquello en el papel no sonaba igual y tuve que reelaborar aquellas conversaciones, y todavía la gente dice lo bien que recogí a Fole en libro, que aquel era el Fole que hablaba; y de eso nada".
A Casares le gusta que el lector se divierta con sus libros, que esa sonoridad de la transmisión oral aparezca en sus novelas, pero "esto lo consigo", insiste, "a base de un gran esfuerzo; la sencillez es elaboración".
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