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El pasillo del opio

La estación de metro de Atocha, abierta de noche para los indigentes, se convierte en un refugio para toxicómanos

Joseba Elola

.Es como un fumadero de. opio. En versión urbana, cutre, subterránea. La estación dé metro de Atocha abre una de sus bocas en invierno para acoger a mendigos, borrachos, dementes, drogadictos y vagabundos. Pero los yonquis la han convertido en su refugio. De las 26 personas que pasaron allí la madrugada del viernes, 24 eran adictos a la heroína. Y sólo dos se la inyectaban en vena. El resto, tumbados. sobre cartones, se fumaban su propia vida en un trozo de papel de plata.Es lo que se llama fumarse un chino: se coge el papel de plata, se coloca la heroína encima, se quema por debajo el papel y se aspira simultáneamente con un canutillo elaborado' también con papel de plata. Los adictos al caballo tienen en Atocha un lugar donde- nadie les molesta, donde no molestan a nadie, donde pueden consumirse sin miedo ante la mirada de dos guardias jurados que sólo intervienen si hay pelea. No hay rastro del Servicio Sanitario Químico que el Ayuntamiento anunciaba al lanzar su campaña contra el frío.

21.40 horas. Un hombre de más de cincuenta años de espera ante la boca que hay junto al Ministerio de Agricultura. Todavía faltan 20 minutos para que abran las puertas. Es uno de los pocos visitantes que acude a Atocha con la sola intención de dormir.22.50. Dieciséis personas han desplegado ya sus cartones y mantas en el hall de la estación, un espacio equivalente a media cancha de baloncesto. Fuman. Todos son toxicómanos, a excepción del hombre de más de 50 años, que ya está dormido. Julio, que se enganchó a la heroína a los 18 y ahora tiene 32, prepara un chino antes de dormir. Salió de la cárcel hace dos semanas. A las puertas de la prisión le esperaba "la parienta", con su hijo de siete días. Dice que algún día dejará el caballo y se comprará un trailer enorme que bautizará con el nombre de su vástago: Cristófer.

Reivindica él arte a la hora de robar: "Nunca le daré un tirón a una vieja para dejarla por 1 s suelos". Su especialidad es picar carteras. También hurta en los grandes almacenes, pero siempre por valor inferior a 30.000 pesetas: "Así te dejan ir". Con eso consigue financiarse el día: 600 pesetas de desayuno, 850 de la comida, 3.000 por medio gramo de heroína, 850 de cena, 3.000 para la pensión y 1.000 para cuatro paquetes de tábaco.Mañana acudirá al juzgado. Aún tiene la mano hinchada, de formada por el puñetazo que le propinó a un policía municipal. "Los jueces son como la Bonoloto", dice. "Por un mismo, delito, te puede caer de un mes a cuatro años". Julio tiene 24 causas pendientes de juicio.

23.20. Fernando, de 28'años, empieza a preparar su lecho. Dobla su ropa y limpia la superficie del suelo sobre la que debe poner su saco de dormir. Es tan metódico y escrupuloso que hay noches en las que emplea más de una hora en hacerse la cama. 23.45. Francisco Martínez está tumbado sobre un cartón entre una mujer y Mohamed, su amigo marroquí. Tiene 39 años, pesa 34 kilos, tiene anticuerpos del VIH y ya no quiere estar con su mujer y su hijo de ocho años, "no vaya a ser que les contagie", dice. Pocos dirían que este hombre con aspecto inofensivo estuvo 19 veces en la cárcel. Pocos dirían que vivía de atracar bancos. Ahora que está débil, se dedica a pedir todos los días en la puerta de una tienda y con eso saca unas 8.000 pesetas, lo suficiente para pagar una pensión y pillar un gramo.0.10. Entra una joven dando voces: "Tenéis plata, tenéis plata". Quiere papel de plata para fumar. Cuentan que algunas noches un caballero viene a buscarla a esta cueva y le paga algunas dosis a cambio de un servicio de carácter personal.0.11. Mohamed, de 36 años, también es un yonqui-mendigo, No le gustan los albergues porque, según dice, no puede dormir con tanto vagabundo tosiendo a su alrededor.0.30. "¿Queréis un Tranquimaxin?", pregunta un toxicómano que acaba de entrar. El joven vende a 100 pesetas estos tranquilizantes que sirven para sobrellevar el síndrome de abstinencia.0.40. Tres jóvenes irrumpen en la estación cargados de provisiones. Pertenecen a Betel, una organización cristiana que rehabilita a toxicómanos de forma gratuita. El método, "a pelo". Ni metadona, ni medicamentos. Esta noche traen 15 barras de pan, 24 refrescos de té, cinco kilos de manzanas, 20 paquetes de galletas de coco, 12 paquetes. de lonchas de queso, 40 yogures y una olla de caldo calentito. Son tres ex toxicómanos rehabilitados. "Lo peor son los 15 primeros días", cuenta uno de ellos, Jesús, un demacrado sevillano de 30 años. "Cuando pasan los escalofríos y el dolor en las piernas, llega el insomnio: no puedes dormir en una semana". Hoy están de suerte: uno de los drogadictos de la estación de Atocha acepta irse con ellos.2.10. Ya hay 26 personas, sólo tres mujeres. El suelo está lleno de plásticos, envases de yogur, trozos de pan y papel de plata. Fernando, el toxicómano metódico, busca una vena en su ingle para inyectarse la heroína.3.00. Said recibe muchas visitas a lo largo de la noche. Se acomoda en la parte más recóndita de la estación, en lo alto de unas escaleras, en la zona más calentita. No para de fumar y de inyectarse: consume dos gramos de heroína al día y medio de cocaína. Su piel caoba se, ha vuelto gris por la hepatitis que arrastra

Said se casó hace cinco años con una doctora inglesa. Vivió en Gran Bretaña y todo fue sobre ruedas hasta que nació la niña. Entonces aparecieron los problemas: él quería un nombre musulmán; ella, no. Su relación se deterioró. No se ponían de acuerdo. "Ella me hizo sufrir mucho", dice. La madre de Said, que vive en Barcelona, les invitó. a pasar un fin de semana en España. Viajaron. La primera noche de estancia, Said cogió a su hija y la metió en un coche, rumbo a Marruecos. Allí la dejó con su padre, para que se educara como musulmana. Su mujer se volvió loca, y Said, heroinómano. "Duermo como un perro, vivo como un perro, pero los perros al menos tienen su casita. Yo, no".3.50. Un joven que se acaba de inyectar cocaína se tambalea. Sus movimientos son un baile en busca del equilibrio, parece que se va a caer al suelo, pero siempre se endereza. Su baile, sorteando los cuerpos que yacen en el suelo, dura una hora.4.00. Pablo no es yonqui. Viene sin cartones y duerme en el suelo, con su abrigo. Nació en el barrio de Salamanca, tiene un hermano arquitecto y habla varios idiomas. A sus 41 años, ha trabajado en un laboratorio -estudió Ciencias Físicas-, de jardinero y de informático, pero siempre con contratos temporales. Días antes de fin de año le anunciaron que estaba despedido. "Llega un momento en que ya no puedes ir más a casa de tus hermanos o a casa de la ex y vienes aquí". Pablo descarga su sarcástica visión de la vida contra la corrupción, Maastricht, los contratos basura... "Antes, cuando veías a un pobre, tenía barba, era de cómic. Ahora un pobre es un padre de familia que se quedó en paro".4.50. Un inmigrante magrebí roba restos de chinos a los que duermen. "Yo no vengo aquí a dormir, vengo a fumar esto.5.30. "Vamos señores, despierten, que vienen las mangueras", gritan los dos guardias jurados. Los empleados de limpieza aguardan al desalojo. Es de noche, y hace frío: cinco grados. A estas horas, desheredados cubiertos con sus mantas se dirigen al vestíbulo de la estación de tren de Atocha a tirarse en algún banco. Cuando arranque la ciudad, siempre quedará un truco para seguir durmiendo: coger el metro de la línea circular, que nunca para, y dar vueltas hasta agotar el sueño.. .

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Sobre la firma

Joseba Elola
Es el responsable del suplemento 'Ideas', espacio de pensamiento, análisis y debate de EL PAÍS, desde 2018. Anteriormente, de 2015 a 2018, se centró, como redactor, en publicar historias sobre el impacto de las nuevas tecnologías en la sociedad, así como entrevistas y reportajes relacionados con temas culturales para 'Ideas' y 'El País Semanal'.

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