_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Doble fila

"Hemos evitado el aparcamiento en doble fila", ha declarado el concejal de la Junta Municipal del distrito de Salamanca. Y los vecinos del barrio de Salamanca se han quedado perplejos. Uno se asoma a las calles. de ese barrio y lo primero que se encuentra es, precisamente, la tira de coches aparcados en doble fila.La tira no es expresión baladí. La hilera de coches aparcados en doble fila hay momentos del día que discurre por las calles enteras, de principio a fin, componiendo una kilométrica tira de plásticos, cristales, neumáticos, siniestros hierros y tubos de escape malolientes.

El optimismo del concejal resultaría enternecedor si no se refiriera a una situación auténticamente insoportable. La doble fila de coches es una lacra de la ciudad en general y del barrio de Salamanca en particular. La doble fila de coches colapsa el tráfico, entorpece a los peatones y constituye un flagrante caso de usurpación del suelo que se perpetra desde la más absoluta impunidad.

La doble fila de coches revela hasta dónde puede llegar la incompetencia de los concejales y del alcalde que los preside.

Los equipos de gobierno de los municipios -Madrid entre ellos- a veces se ven desbordados por problemas insolubles. La carestía del suelo o la creación de infraestructuras, por ejemplo, pueden rebasar las disponibilidades presupuestarias e impedir una adecuada gestión. Pero que pasen los años y Madrid se haya convertido en un inmenso garaje, con los coches en medio de la calle simplemente porque cada cual los deja donde le da la gana, es un abuso propio de una ciudad sin ley regida por una partida de inútiles.

Cierto que el coche ha adquirido la categoría de intocable. El coche es un símbolo del poder y un instrumento de realización personal, aún no suficientemente estudiados por la ciencia esotérica, y quizá ocurra que los propios regidores del Ayuntamiento madrileño se encuentran también afectados por aquellos síndromes.

Desde la invención de la rueda (ya ha llovido) el hombre siempre ha tenido la necesidad de realizarse como ser trascendente montándose en un vehículo rodado. Iba, el hombre encima de un carro y se consideraba superior a todos sus semejantes. Le imprimía velocidad y se sentía transportado a los espacios siderales.

La rueda es expresión de la divinidad y de todas las manifestaciones telúricas. La rueda ya era en la antigüedad símbolo del Sol y nadie dudaba de que, puesta en movimiento, reproducía las fuerzas cósmicas. Si giraba hacia adelante, sería el periodo evolutivo; si hacia atrás, el involutivo de la naturaleza.

Cuadrigas romanas, carros del sol orientales, carros de fuego de la mitología griega y de la simbología cristiana, carrozas medievales... La propulsión que pusiera en movimiento estos carros era, en realidad, un mero tecnicismo. Su carácter sobrenatural se fundamentaba en el carro mismo, que se desplazaba sobre el ignífugo torbellino solar materializado en las ruedas giratorias, exhibiendo en lo alto la majestad del héroe.La invención del motor de explosión no fue tan importante por la autonomía de que dotaba a los vehículos, sino por la incorporación del volante al habitáculo del conductor. De repente, una quinta rueda -expresión de la divinidad, símbolo del Sol, igual que las otras cuatro no giraba autónoma, sino al arbitrio de su dueño. Comprobó el hombre que si giraba el volante a la izquierda el carro se iba a la izquierda, a la derecha si giraba a la derecha -¡dominaba, por tanto, las fuerzas cósmicas!-, y fue consciente de que había conseguido desarrollar los principios sobrenaturales de la personalidad humana. Desde entonces, puesto ante un volante, el hombre se siente dios.

Aún no ha investigado la ciencia si colocando el coche en doble fila el hombre se siente dios dos veces. Tampoco se sabe si la pasividad del alcalde con los coches en doble fila se debe a que no quiere irritar a los dioses. Uno de sus concejales asegura que ha acabado con ese caos y a lo mejor es sacrílego. Vivimos tiempos de turbación. Este mundo parece de locos y Madrid, el manicomio. Uno mismo, si no se cuida, va a acabar cazando moscas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_