Los años prodigiosos del PSOE aragonés
El caso del senador Piquer cierra un largo rosario de irregularidades iniciado con Luis Roldán
Para los socialistas aragoneses, la llegada de Felipe González al poder en 1982 supuso el principio del fin. En paralelo con su desembarco en las instituciones, algunos de los que luego se convertirían en sus líderes más carismáticos comenzaron a navegar por las procelosas aguas de las comisiones ilegales, el uso indiscriminado del dinero público para fines privados y la adopción de una forma de vida que se convertiría más tarde en la puntilla a su respaldo en las urnas. El ejercicio del gobierno no sirvió para acabar, con el enfrentamiento interno de las "tribus" (aquello que Enrique Múgica definió "el Beirut del socialismo español") surgido tras la muerte del histórico Florencio Ripollés. Luis Roldán inauguraba así una década de prepotencia, comportamientos antiéticos y enriquecimiento írregular que tuvo su mayor auge hace tres años y cuya resaca es el escándalo desvelado estos días en torno al aún senador Carlos Piquer Gimeno (44 años, separado y padre de tres hijos)."¡Qué!, ¿no está el Carlicos?; ¿que no va a venir? Era para darle un abrazo". Las frases resonaron en la tercera planta de la sede del PSOE aragonés. Provenían de dos militantes de base que pretendían solidarizarse con su Carlos Piquer.
Tras la puerta del fondo de la tercera planta, la permanente de la Ejecutiva Regional, con el presidente de honor Juan Alberto Belloch como invitado, decidía en esos momentos la separación total de Piquer del partido y de los cargos públicos que ocupa. Ellos, al igual que otros compañeros y expertos jurídicos, coinciden en que el senador no ha cometido ningún delito, y es que su disipada vida no era desconocida por casi nadie en la ciudad. Hacer uso de los favores de las prostitutas o consumir drogas no está penado.
En el socialismo aragonés lleva lloviendo sobre mojado varios años. De aquí salió Luis Roldán Ibáñez para iniciar su vertiginosa carrera hacia la cárcel de mujeres de Brieva, en Ávila.
El control del poder
Durante esa década prodigiosa que va de 1983 a 1993, personajes no vinculados con el socialismo histórico se fueron situando en las áreas de control del poder institucional. Junto a la evolución de su carrera política creció su patrimonio familiar. José Marco Berges se convirtió entonces en un todopoderoso presidente de la Diputación Provincial de Zaragoza, primero, y presidente del Gobierno regional después. El poder público debía ir acompañado del poder orgánico, y con los votos en el bolsillo se puso a disposición del guerrismo en Ferraz [sede del PSOE en Madrid], cuyos dirigentes hicieron reiteradamente oídos sordos a las denuncias de los comportamientos irregulares y al creciente descontento ciudadano.
La llegada del PSOE al Ejecutivo aragonés sólo acalló temporalmente el ruido de las pugnas internas, pero ahondó, aún más, su separación de la ciudadanía. Marco, con el apoyo de los suyos en Madrid y la anuencia de algunos miembros del equipo de González, se hizo con todo el poder posible. Hasta llegó, tras promesas de jugosas subvenciones al Ayuntamiento de Zaragoza, endeudado hasta las cejas, a hacer venir a su corte al díscolo alcalde Antonio González Trivíño.
Una nueva borrachera de poder llevó a este gabinete a embarcarse en acciones aún pendientes de juicio. Para entonces su presidente ya se había llevado a casa un sillón pagado con dinero oficial. Fue la apertura del primer pestillo para su expulsión del partido y su abandono de la vida política.
Al menos hay una constante a lo largo de esta década: las repetidas visitas de sus protagonistas a las islas caribeñas, objetivo del llamado turismo sexual. En cada una de las batallas estaba también Carlos Piquer Gimeno. Con una proverbial afabilidad, un talante negociador, se autodefinía hace apenas un mes en una comida reservada: "Yo no soy un carnicero. No voy matando a mis adversarios políticos. Trato de pactar siempre con ellos".
El ex ministro Juan Alberto Belloch inició el año pasado un proceso de mayor vinculación de su actividad personal con la vida política. Para ello eligió el patio aragonés y seleccionó en la brega a cinco peones: dos renovadores (la última delegada del Gobierno socialista, Pilar de la Vega, y el diputado Bernardo Bayona), un sindicalista (el secretario regional de UGT, Jesús Membrado) y dos guerristas (el diputado Fernando Gimeno y el aún senador Carlos Piquer). Al margen del apoyo sindical de Membrado -quien ha colocado de "secretario" de Belloch a un liberado de la organización, para que se ocupe de las cosas del ex ministro en sus visitas a Aragón-, el único con respaldo real en las bases es Piquer.
Belloch ha defendido la permanencia de Carlos Piquer como militante de base, sin cargos de responsabilidad, ya que no se ha sustanciado responsabilidad penal alguna, pero la dirección del PSOE aragonés va más allá y entiende que, aun siendo parte de su vida privada, su comportamiento no es compatible con el reclamado por la sociedad a sus dirigentes públicos. El propio protagonista parecía entenderlo así cuando se explicitaron públicamente, con la llegada del Año Nuevo, sus andanzas: "Ya estoy políticamente muerto".
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