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¿Euroesclerosis frente al dinamismo de EE UU?

Medios económicos y financieros españoles y europeos contrastan con gran frecuencia el supuesto dinamismo de la economía de EE UU en producir empleos con una supuesta incapacidad de las economías de los países de la UE en producir ocupación. El gobernador del Banco de España, señor Rojo, por ejemplo, en un reciente foro España-EE UU (12 de noviembre de 1996), se refería a la necesidad de que las economías europeas, incluyendo la española, flexibilizaran sus mercados de trabajo y disminuyeran su protección social a fin de alcanzar las cotas de producción de empleo de EE UU. La revista The Economist editorializaba recientemente que "EE UU es un éxito espectacular como productor de empleo, contrastando con Europa, que representa un fracaso" (16 de octubre de 1996). Últimamente, la OCDE ha añadido también su voz señalando la economía de EE UU como ejemplo para Europa por su capacidad de producción de empleo. Las claves de aquel supuesto éxito se atribuyen a la mayor flexibilidad laboral y menor protección social existentes en EE UU que en la UE.La admiración por el supuesto milagro estadounidense de creación de empleo se inició ya a principios de la década de los años noventa, cuando se señalaba que EE UU había producido 18 millones de puestos de trabajo durante la década de los años ochenta, una cifra mayor que la producida por los países de la UE. Ahora bien, la cifra total de puestos de trabajo es de poco valor para analizar la capacidad de la economía de EE UU para producir empleo. Es lógico que un país grande produzca más empleo que un país pequeño. Un indicador más adecuado para evaluar esta capacidad de producir empleo es la tasa de creación de empleo, es decir, el porcentaje de empleo creado durante el periodo analizado sobre el empleo existente al principio del periodo, es decir, el porcentaje que el número de nuevos puestos de trabajo representa sobre el número de puestos de trabajo ya existentes. Los 18 millones de puestos de trabajo en EE UU creados durante el periodo 1979-1989 representaban en realidad el 18,7% del empleo existente al principio del periodo, es decir, 1979. Esta

tasa de creación de empleo fue menor que en Australia (26,5%) Y en Canadá (20,1 %), países con menor flexibilidad laboral y mayor protección social que EE UU. Es más, más tarde, durante el periodo 1989-1992, la tasa de creación de empleo en EE UU (0,2%) fue la menor de todos los países que crearon empleo durante aquel periodo, incluyendo Holanda (6,6%), Japón (5,2%), Italia (1,9%), Alemania Occidental (5,3%) y Francia (0,8%), todos ellos, por cierto, con mayor protección social y menor flexibilidad laboral que EE UU. Si el periodo se extiende de 1989 a 1995, vemos que la tasa anual de producción de empleo de EE UU (1 %) continúa siendo inferior a la tasa de Australia (l,1%) y Holanda (2,0%), países con mayor protección social y menor flexibilidad laboral que EE UU. En resumidas cuentas, EE UU fue uno de los países de la OCDE que creó empleo, pero esa creación no fue superior a la creación de empleo en otros países con mayor protección social y menor flexibilidad laboral. En lugar de tomar como ejemplo EE UU, España debería tomar como ejemplo otros países, incluidos países europeos, que han sido más exitosos en crear empleo que EE UU.

Otra prueba del supuesto milagro estadounidense es su baja tasa de desempleo. Ahora bien, este descenso del desempleo durante los años ochenta fue debido no sólo al crecimiento de empleo, sino también al escaso crecimiento demográfico de su población joven (16-24 años), menor que en la década de los años setenta, resultando en un número menor de gente joven buscando trabajo. En el año 1989, por ejemplo, había 32,2 millones de personas en el grupo etario 16-24 años, un número menor que en 1979 (37 millones). La otra causa de disminución de la tasa de desempleo fue una disminución del porcentaje de la población adulta empleada, debido en parte a una disminución de la tasa de crecimiento de la participación de la mujer en la fuerza laboral. Así, mientras que la tasa de crecimiento anual de la tasa de participación de la mujer en la fuerza de trabajo fue de un 0,48% durante el periodo 1973-1979, esta tasa fue sólo del 0,28% durante el periodo 1979-1989. Estas dos causas (menos jóvenes y mujeres buscando trabajo) fueron la causa de que, a pesar de un enlentecimiento en la tasa de creación de empleo en los años ochenta, hubiera un descenso del desempleo. Esta situación ha continuado durante la década de los años noventa.

Otro punto importante de clarificación es la necesidad de utilizar ciertos criterios estandarizados en comparaciones internacionales de creación de empleo y en análisis del paro. Las mejores estadísticas comparativas internacionales de desempleo hoy existentes son las producidas por el US Bureau of Labor Statistics, que intenta utilizar cifras estandarizadas según las categorías de EE UU. Ahora bien, estas estadísticas internacionales no incluyen, al no existir, el número de personas que, a pesar de no tener trabajo, no aparecen en las estadísticas de desempleo por no estar buscando trabajo, habiendo abandonado la búsqueda de trabajo por su falta de esperanza en encontrarlo. En EE UU esta cifra sí se conoce, y es de seis millones de personas, que, añadidas a los desempleados y a los 18 millones de ocupados que están artificialmente trabajando en una mínima situación laboral, trabajando sólo unas horas a la semana -pero considerados en las estadísticas como empleados-, alcanzamos una cifra del 14% de la población activa que están prácticamente sin trabajo, una cifra superior al promedio de la UE. Cabría también añadir a esta cifra los 1,6 millones de jóvenes varones que están en prisión en EE UU -la mayoría de los cuales estaban desempleados antes de ingresar en prisión- Y que, de estar libres, estarían en su gran mayoría desocupados. La tasa de encarcelación en EE UU es diez veces superior a la existente en la UE.

La aplicación de las medidas recomendadas por The Economist y por la OCDE para Europa no mejorarían la situación del desempleo en Europa. En cambio, sí aumentarían la polarización social de una manera muy marcada, como ha ocurrido en EE UU, que ha experimentado un descenso del estándar de vida de la mayoría de la fuerza laboral, con una disminución muy significativa de los salarios y be-

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neficios de la mayoría de trabajadores sin educación universitaria. El salario y beneficio -medido en horas- para el 80% de la fuerza laboral de EE UU descendió durante el periodo 1979-1993, con la reducción más marcada entre los jóvenes entrantes por primera vez en la fuerza de trabajo que no tienen estudios universitarios grupo que representa el 75% de todos los jóvenes. En 1993, el salario que se ofrecía y pagaba a los jóvenes entrantes en la fuerza de trabajo era un 30% inferior -en el caso de varones- y un 18% inferior -en el caso de las hembras- al salario ofrecido a ambos en 1979. Incluso entre los universitarios el salario de nuevos entrantes en la fuerza de trabajo era un 8% inferior en 1993 al de 1979 -para los varones-. Sólo entre las mujeres universitarias el salario de nuevas entrantes en 1993 fue superior en un 4% al ofrecido en 1979. El descenso de salarios ocurrió durante el periodo 1979-1993 en todos los niveles de ocupación empleados, trabajadores cualificados y no cualificados, excepto entre las mujeres empleadas administrativas, cuyo sueldo aumentó) y en todos los sectores, incluyendo el sector manufactura, tradicionalmente uno de los sectores con mayores salarios (descenso que ha ocurrido a pesar del aumento moderado de su productividad). Este descenso de los salarios contrastó con el aumento de los salarios en los países de los siete -G7- (más Suecia y Holanda que vieron crecer su compensación salarial (excepto Dinamarca para el periodo 1979-1989. Esta disminución de la compensación salarial para la mayoría de la fuerza laboral de EE UU es responsable del descenso del estándar de vida de las familias estadounidenses. El ingreso familiar neto del 60% inferior de la población ha descendido durante el periodo 1977-1996 incrementándose en cambio de una manera muy notable para el 20% superior de la población

con un aumento muy ligero para el próximo 20% (Mishel Bernstein and Schmitt The state of working America, 1982-1996 Economic Policy Institute 1996 .

Esta polarización social está afectando negativamente a la eficiencia de la economía estadounidense. Como bien decía recientemente el ministro de Trabajo de EE UU, Robert Reich, "EE UU tiene las mejores universidades del mundo pero no las mejores escuelas públicas del mundo. En esta realidad se basa en gran parte el problema del escaso crecimiento de la productividad de EE UU". Una encuesta internacional llevada a cabo por la US National Science Foundation, que analizó el conocimiento de matemáticas entre niños de 14 a 16 años mostraba a los niños de EE UU -y también de España, por cierto- por detrás de los niños de los países con los que EE UU y España estaban compitiendo, incluyendo las escuelas de los países del sureste asiático con mayor dinamismo económico. De ahí que el presidente Clinton haya dado prioridad para su segundo mandato a aumentar los recursos de la escuela pública poniéndose como objetivo que

todo niño tenga acceso a Internet para el año 2005. En España, por el contrario, el Gobierno ha reducido los gastos de educación mientras que aquellos grupos económicos y financieros que están promoviendo con gran estridencia una menor protección social como mecanismo de mejorar la competitividad

(tomando EE UU como ejemplo están ignorando en cambio, otras intervenciones en aquel país que tienen mayor efectividad para mejorar el estándar de vida de la población que las que ellos proponen. En realidad, sus propuestas llevarían a una mayor ineficiencia económica y a un mayor crecimiento de las desigualdades sociales en España.

Vicenç Navarro es profesor de Políticas Públicas en la Universidad Pompeu Fabra y en The Johns Hopkins, de EE UU.

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