El ministro Rajóy abandonó la soltería
Miembros del gobierno y dirigentes del PP asistieron en A Toxa a la boda
Esta vez no habrá motivo para la indignación episcopal. La tercera boda de un miembro del Gobierno de José María Aznar fue como Dios manda: dos novios solteros, aunque algo entrados en años 41 él, el ministro de Administraciones Públicas, Mariano Rajoy, y diez menos ella, la licenciada en Empresariales Elvira-Fernández Balboa, que bendijeron su unión ante la Iglesia, en una ceremonia oficiada por un padre misionero amigo de la familia y en la capilla de San Caralampio, sacerdote y mártir. El banquete, al que no asistió Aznar, de viaje en Guatemala, pero sí su esposa, Ana Botella, se celebró anoche en el Gran Hotel de la isla de A Toxa (Pontevedra), un lugar discretamente elegante, que hizo exclamar al ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja: "Ha sido una elección perfecta. Es una de las bodas más bonitas que he visto".Además de Aznar, fallaron otros cuatro miembros del Gobierno (Rodrigo Rato, Rafael Arias Salgado, Isabel Tocino y Abel Matutes), pero no los presidentes del Congreso, Federico Trillo; y de la Xunta, Manuel Fraga, más jovial y dicharachero que nunca y también el más vitoreado por las decenas. de curiosos concentrados ante la capilla. Ana Botella afrontó con entereza las incómodas preguntas de un locuaz reportero radiofónico, quien le espetó a bocajarro: "¿Va a echar mucho de menos a su marido esta noche?". "Bueno, claro que sí", contestó ella, "él también estará triste porque Mariano, además de ministro, es un buen amigo desde hace muchos años".
Los novios fueron exquisitamente puntuales y segundos antes de las ocho de la tarde habían recorrido ya los 200 metros, al fombrados para la ocasión, que separan el hotel de la capilla de A Toxa, forrada de conchas de vieira. Pese a la insistencia de los periodistas, Rajoy se parapetó tras una sonrisa para no contestar a ninguna- pregunta. El ministro iba embutido en una chaqué negro y su esposa en un ves tido clásico de raso de seda con feccionado por una amiga.
Al término de la ceremonia la pareja posó unos breves minutos para los fotógrafos y se unió de inmediato a los invitados. Sólo 100 de los 280 pudieron entrar en la capilla. El resto esperó en el hotel, rodeado por un fuerte despliegue policial que incluía lanchas y submarinistas.
La gelidez del ambiente dejó pocas opciones a la elección del vestuario. La mayoría de las señoras lo resolvió con abrigos de Pieles y tonos negros, y Fraga con un robusto abrigo de cuello de astracán. En cambio, la ministra. de Educación y Cultura, Esperanza Aguirre, compareció desafiante con un vestido de terciopelo granate que parecía más apropiado. para una noche en la Costa del Sol.
Novios al margen, la estrella indiscutible fue la titular de Agricultura, Loyola de Palacio, única integrante del Gobierno que aún se aferra a su soltería. De Palacio escuchó constantes gritos del público y de los periodistas que la incitaban a seguirle ejemplo de Rajoy. Al principio se limitó a poner una sonrisa azorada. En el último momento se animó e hizo un anuncio:''Me, voy a casar. ¿No lo sabían?"." ¿Cuándo?", insistieron maliciosa mente los periodistas. "Un 28 de diciembre, como Mariano", respondió. Casi todos los ministros atendieron a los informadores, excepto el vicepresidente Francisco Alvarez Cascos siempre del brazo de su joven esposa acaso por no remover Iodos recientes.
Rajoy podía escoger dos modelos de boda, ensayados con' desigual fortuna por dos compañeros de gabinete, Eduardo Serra y el propio Álvarez Cascos. El mi nistro de Defensa fue tan sigiloso que su paso por el juzgado pasó inadvertido. La- boda de Cascos acabo convirtiéndose en un sainetero escándalo nacional.. Rajoy se atuvo a la tradición, y aun que no fuese una ceremonia austera -el Gran Hotel de A Toxa no está al alcance de cualquier pareja . tampoco se desbordó el boato. Y es que ya lo dijo Fraga, viejo guardián de las esencias conservadoras: "Me gustan mucho las bodas y los hijos, porque así es cómo se organiza un país".
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