La Biblia
Si la información de que disponemos es correcta, la nueva Rusia esta siendo edificada por las mafías. ¿Por qué no intervienen las personas decentes? Quizá porque la construcción de la realidad exige un temperamento asesino. Los empresarios que recorren las calles de Moscú en limusina llevan junto al corazón una pistola con la que no dudarían en matar a su padre para cerrar un negocio. Pero esos criminales son a la vez los que están creando puestos de trabajo. Dentro de algunos años recibirán condecoraciones de las autoridades que han crecido a su sombra y serán nombrados hijos adoptivos de sus pueblos por alcaldes al servicio de la banda.Abel era un inútil con buenos sentimientos. Si se hubiese encomendado a él la creación del mercado, estaríamos todavía a 3.000 años del advenimiento de Arriortúa. Caín, sin embargo, tenía un ojo comercial tremendo: conocía el precio del amor, la cotización de los celos, la dureza de la quijada de burro. Es el primero de los nuestros con vocación de comisionista. Pero le faltaban recursos humanos, responsables de producto, directores regionales, gabinetes de prensa. Pese a ello, tuvo el valor de poner la primera piedra y gracias a él disponemos hoy de centros comerciales en los que en estas fechas tan señaladas nos gastamos la paga extraordinaria en regalos de amor.
La realidad, pues, es el resultado de una inversión. Dios no juega a los dados, sino a la Bolsa. La creación del mundo implica un instinto inversor, una voluntad mercantil. El nacimiento de Rusia nos permite asistir a los primeros momentos del estallido de la realidad. Yeltsin es el neardenthal de Superlópez y las maflas el germen de una organización empresarial. Todo eso, debidamente articulado, debería darse en clase de religión a los niños. Es la nueva Biblia.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.