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La 'fontana' sin Mastroianni

Un crespón negro en la Fontana di Trevi. No hay país como Italia capaz de condensar en una sola imagen el profundo pésame colectivo por un actor suyo desaparecido. Y es esa capacidad de comunidad de sentimientos lo que acaso permita a este pueblo seguir teniendo algo que decir en el concierto internacional.Italia vive instalada en la: zozobra, es cierto. El descrédito de las instituciones públicas es un mal legendario, las convulsiones políticas han conseguido borrar de la faz parlamentaria el sistema de partidos nacido de la posguerra mundial, la mafia continua siendo un mal endémico cuyo final nadie sabe predecir. Hasta hace cuatro días la lira permanecía excluida del Sistema Monetario Europeo. Objetivamente, un desastre.

Eppur si muove. A pesar de todos sus achaques, el país goza de una alta consideración. ¿Cómo es posible cuando los datos objetivos dibujan un panorama tan poco alentador? Pues porque Italia, es . una hipótesis, ha contado y cuenta con gente como Marcello Mastroianni, Federico Fellini, Totò, Pier Paolo Pasolini, Alberto Sordi, Vittorio Gassman, Ugo Tognazzi.... por no hablar de Leonardo Sciascia, de Italo Calvino, de Paolo Conte... Es decir con toda una generación que ha sido capaz de crear un referente simbólico que ha servido a más de una generación. El caso de Mastroianni es probablemente el más paradigmático de todos: fue un símbolo para los padres, lo ha seguido siendo para los hijos. Y en ese espacio intergeneracional tan sólido, tan bien cimentado, es donde Italia basa su enorme poderío simbólico y una cohesión social envidiable.

Otros países se dedican a quemar etapas de modo tan vertiginoso como insensato. Aquí muchos no habíamos acabado todavía el preu, que ya se empezaba a hablar del cou. Más tarde, cuando ya nos encontrábamos en la universidad, asistíamos a una reforma de la enseñanza general básica que nunca llegamos a comprender del todo. Pues bien, ni siquiera esa reforma se ha mantenido: ahora hay que vérselas con la ESO y su extraterrestre sistema de créditos. ¿De qué podemos hablar hoy los padres con nuestros hijos si nos separan toneladas de reformas?

En Italia se estudian Dante, Leopardi, Pascoli, Carducci. Memorizaron fragmentos de sus obras los padres, siguen memorizándolos los hijos. No es que eso evite los enfrentamientos entre generaciones, claro que no, pero al menos tiene la innegable virtud de crear un territorio común, unos referentes culturales sobre los que discrepar hasta la muerte. Mastroianni formaba parte de este escenario compartido: era el tonton, lo zio un po'pazzo que se sentó en la mesa de todos los italianos para zamparse con ellos un plato de pasta.

Ettore Scola, en Che ora é?, protagonizada -¡cómo podía ser de otro modo!- por Mastroianni y por el también desaparecido Massimo Troisi, sintetizó admirablemente ese espacio para el encuentro intergeneracional. Cuando ya no hay discurso posible entre un padre y un hijo, cuando ningún pensamiento puede ser ya compartido en una fría y destartalada estación de ferrocarril, queda el guiño familiar, el recuerdo de la pregunta del abuelo: "Perdone, ¿podría decirme qué hora es?".

Ese guiño es ahora un crespón negro colgado de la Fontana di Trevi. Mirándolo, toda Italia se reconoce y llora.

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