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Tribuna:EL DEFENSOR DEL LECTOR
Tribuna
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La prensa y la tragedia de los Grandes Lagos

La tragedia humanitaria de los Grandes Lagos ha puesto a prueba la capacidad de muchos. En primer lugar, la de los Gobiernos (sobre todo, los de la zona, culpables en alguna medida de su desencadenamiento) que no han sabido prevenirla, primero, y remediarla, después, pero también la de las organizaciones no gubernamentales. Las ONG han propiciado un flujo de solidaridad que luego no han sido capaces de encauzar. Tampoco los medios de comunicación han salido del todo airosos de la prueba a la hora de dar una cumplida y rigurosa información de un acontecimiento de esa envergadura. En todo caso, en lo que no debería derivar la amarga resaca dejada tras sí por esta tragedia es un enfrentamiento entre las ONG y los medios de comunicación. Ambos, desde sus respectivos ámbitos, están llamados a ser testigos, no precisamente pasivos ni mudos, de este tipo de catástrofes allí donde se produzcan.En ese escenario lo procedente sería un ejercicio de autocrítica por parte de todos en previsión de crisis del mismo signo, por desgracia en absoluto descartables. En lo que atañe a los medios de comunicación, EL PAÍS no rehúye tal autocrítica en lo que pueda concernirle. Al departamento del Defensor del Lector han llegado varias cartas, fundamentalmente de ONG, que cuestionan globalmente el papel de los medios de comunicación en esta crisis. No faltan tampoco quejas de las ONG por lo que consideran un maltrato y una incomprensión de su labor por parte de los medios. También hay algunas quejas respecto de concretas informaciones de este periódico. Jordi Raich, jefe de prensa de Médicos sin Fronteras en la región de los Grandes Lagos, cuestiona dos puntos del artículo La crisis de Zaire saca a la luz graves fallos en la actuación de las ONG, publicado el día 10 de diciembre y del que es autor Ramón Lobo, uno de los dos enviados especiales de EL PAÍS a la zona (el otro ha sido Alfonso Armada). Se extraña Raich de que Lobo califique de "faraónico" el plan de repatriación diseñado por, Médicos sin Fronteras y que sólo mencione la versión oficial ruandesa sobre la matanza de hutus a manos de las fuerzas tutsis en el campo de Kibeho (22 de abril de 1995) y las deplorables condiciones sanitarias en las que vivían los prisioneros de la cárcel de Gitarama (julio de 1995). Por su parte, Cáritas sale al paso de "cualquier intento, por mínimo que sea, de sembrar dudas acerca de una hipotética connivencia de la organización con los autores del sangriento genocidio acaecido en Ruanda en la primavera de l994". Cáritas habla de "los reiterados intentos de algunos medios de comunicación de desorientar a los ciudadanos españoles acerca del comportamiento Aservado por nuestra organización en las labores de asistencia humanitaria a las víctimas civiles del conflicto". Y Médicos sin Fronteras señala que "el enfoque superficial que la mayoría de los medios de comunicación están dando a la crisis evidencia que en España escasean los profesionales de la información preparados para comprender, analizar y criticar con fundamento y de forma responsable el complejo mundo de la ayuda humanitaria en un entorno políticamente delicado".

A las imputaciones que le hace Médicos sin Fronteras, Lobo contesta que no es un exceso calificar de "faraónico" un proyecto valorado en 12 millones de dólares. Y cita a su favor el apartado del Libro de estilo que permite incluir en las crónicas el análisis (y, por tanto, cierta opinión e interpretación), aunque deban explicarse y razonarse las interpretaciones que se hacen. Para Lobo, el adjetivo "faraónico" está apoyado en el dato objetivo del coste de la operación. En cuanto a dar sólo la versión gubernamental sobre la expulsión de Ruanda, en 1995, de la sección francesa de Médicos sin Fronteras, Lobo reconoce que debió ofrecer también la de esta organización, por conocida que sea. A la queja de Cáritas, Lobo responde que "es un hecho que esta organización no gubernamental trabajó estrechamente con el anterior Gobierno ruandés y que éste fue responsable del genocidio de un millón de personas. Ambas afirmaciones se pueden probar. La relación de Cáritas no es criminal, pues el crimen fue posterior. Es harto retorcido concluir de la frase que Cáritas participara o tuviera responsabilidad directa en la matanza. Pero no que esa relación ha dificultado el diálogo con el actual Gobierno".

¿A qué se debe la fractura que la crisis de los Grandes Lagos parece haber abierto entre las ONG y los medios de comunicación? El Defensor del Lector ha querido profundizar en la cuestión. Ferrán Iniesta, profesor de la Universidad de Barcelona y especialista en culturas africanas, considera que las ONG no pueden pretender monopolizar el conocimiento exacto de las sociedades en que actúan ni que el periodista sea poco menos que antropólogo, historiador o especialista en las culturas autóctonas. Su labor es ofrecer los datos que tiene a mano sobre la tragedia de la que es testigo. "¿Ha sido especialmente catastrofista la información sobre la crisis de los Grandes Lagos?", se pregunta Ferrán Iniesta. Y contesta que "posiblemente lo ha sido, en cuanto que el público tiende a que se le informe en esos casos de los aspectos más sorprendentes que puedan suscitar su emoción o compasión".

Alfonso Armada, uno de los enviados de El PAÍS a la zona y con experiencia profesional en temas africanos, reconoce que "sólo nos acordamos de África cuando la guerra, el hambre, las migraciones y el sufrimiento nos ratifican en los estereotipos que los medios de comunicación hemos ido fabricando del continente". Y sobre los condicionantes informativos de esta crisis afirma: "Durante la primera fase del conflicto en el este de Zaire (primera mitad de noviembre), los centenares de periodistas que allí nos encontrábamos únicamente nos alimentábamos con las especulaciones y declaraciones que hacían las organizaciones no gubernamentales y las agencias de las Naciones Unidas. Sin acceso directo a los centenares de miles de refugiados que supuestamente vagaban por la selva, escribíamos crónicas que hablaban de un posible sufrimiento atroz, dábamos cifras de posibles miles de muertos en función de las estimaciones de las ONG y servíamos de altavoz de una tragedia sin que nuestros ojos hubieran sido todavía testigos de ella". Armada concluye su reflexión: "Una vez cubierto el momento álgido del retorno y los combates, nos olvidamos del escenario del dolor: de los miles de personas que quedan en la selva zaireña, y de la pléyade de problemas (de derechos humanos, de explotación de la tierra, de viviendas, de reparto del poder) que ahora surgirán en el interior de Ruanda". En parecida línea reflexiva, Ramón Lobo llega incluso a admitir que "en los fallos de las ONG los periodistas tenemos parte de culpa". Y ello porque "participamos en el espectáculo del dolor sin ayudar a canalizar esa solidaridad hacia programas preventivos o de desarrollo que perduren en el tiempo. Al denunciar fallos en las ONG en general, mi intención no era otra que alentar la autocrítica y mejorar su labor humanitaria".Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector o telefonearle al número (91) 337 78 36.

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