Democracia para Serbia
Por más de un mes, centenares de miles de personas se manifiestan en las calles de Belgrado y otras ciudades de Serbia, como respuesta al manifiesto fraude eletoral organizado por el artífice de todos los desastres: Slobodan Milosevic. Teniendo en cuenta el exilio de más de 200.000 serbios por su oposición a la guerra y al dictador y el férreo control de los medios de propaganda, estas cifras son impresionantes. Lentamente, de manera desigual y con timideces sospechosas, Occidente empieza a reaccionar ante la magnitud y duración de la protesta y la cohesión de sus líderes. Empiezan a oírse voces que consideran que quizá la paz y la estabilidad de la región no pasan por sostener al responsable de la desintegración de Yugoslavia, de las matanzas de Croacia y Bosnia, de la represión ante cada intento de democratización en Serbia y de la aniquilación de los derechos de la mayoría albanesa de Kosovo.Pocas veces, por su importancia real y por su cobertura mediática, hemos estado más claramente en contradicción entre la promoción de la democracia y de la paz, por un lado, y el apoyo a un dictador, responsable directo de crímenes contra la humanidad, como factor de estabilidad en su región y país, por otro. Y sin embargo, esos dos principios, la democratización y la estabilidad, son los que se expresan como guía de la actuación internacional frente a la crisis. Por eso es importante, para los que conocemoms a Milosevic, sus astucias y manipulaciones, así como sus crímenes, demostrar que la estabilidad pasa por un cambio radical en Belgrado, si no queremos que se activen conflictos como Kosovo y reactiven los de Croacia y Bosnia. Además de una agravación impredecible de la crisis en la misma Serbia.
Considerar que alguien, capaz de incendiar la mitad de los Balcanes por su simple ansia de poder y de mantenerse en él, con la apretada historia de desastres impulsados, financiados, coordinados y ejecutados, puede continuar garantizando los intereses occidentales en la zona, es de una miopía digna de tratamiento urgente. O una hipocresía manifiesta. Sin embargo, pareciera ser la posición de Francia y Reino Unido.
Confundir al dictador con su pueblo, creyendo que los que le atacábamos éramos antiserbios, por ser antifascistas y querer la democracia para Serbia, no puede ya dar más juego. Los serbios están respondiendo en la calle. Cuando el viernes 13 de diciembre los líderes de la oposición pidieron un minuto de silencio en homenaje a un joven albanés de Kosovo asesinado por la policía de Milosevic, comprendimos muchos que la democracia se extiende en Serbia, por encima del ultranacionalismo que ha caraterizado las actitudes mayoritarias desde el fin (formal) del comunismo.
Es cierto que la oposición es débil y contradictoria. Pero está madurando a pasos rápidos. Y creo que sólo podemos sostenerla y ayudarla a crecer. Para que garantice la estabilidad y el futuro democrático de ese país. Y la paz en la región. En este sentido, su confirmación de apoyo a Dayton y al Tribunal Penal Internacional, expresadas sin matices y por todos sus líderes, debería constituir una garantía adicional a la hora de apoyar su victoria electoral y la demoracia en Serbia.
No debemos traicionar las ansias democráticas de los serbios, contribuyendo a alejarlos de Europa una vez más. Se merecen nuestro apoyo, por principios y por pragmatismo político. El futuro de la región pasa por una Serbia democrática. Felipe González ha aceptado una dificil misión a petición de la OSCE. Le hará falta apoyo, coraje, determinación y suerte. El apoyo se le debe dar. El coraje y la determinación los tiene. La suerte, se la deseamos. Y espero que, además de ideas y de capacidad negociadora, lleve a Belgrado un silbato en el bolsillo (símbolo de las manifestaciones), para que el mensaje desde Europa se escuche en las calles de Belgrado. Por una vez. Y Ojalá que para siempre.
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