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Crítica:MÚSICA CLÁSICA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Dos cabalgan juntos

Corren vientos straussianos (de Richard, no de Johann, inevitable en estas fechas) desde el tea tro de la Zarzuela de Madrid. Entre dos funciones de Capriccio qué ópera tan indispensable Thomas Hampson y Wolfram Rieger han ofrecido un recital de canciones alemanas, cuyo momento culminante ha sido precisamente el bloque dedicado al compositor de Don Quijote. El barítono Thomas Hanipson y el pianista Wolfram Rieger forman una unidad sin fisuras. Esto es imprescindible para que la esencia del lied se transmita. La voz y el piano se complementan a las mil maravillas con estos dos artistas. No solamente hay que ser un buen pianista -y Rieger lo e-, sino dominar las técnicas del acompañamiento con sensibilidad. Llevan mucho tiempo actuando juntos, y eso se nota. El primer requisito para un gran recital ya estaba servido.

Ciclo de 'lied'

Thomas Hampson, (barítono). Piano: Wolfram Rieger. Obras de Loewe, Mahler, Zemlinsky, Webern, Schönberg, Alma Mahler y Strauss. Teatro de la Zarzuela, Madrid, 20 de diciembre.

El segundo es que el lied se vuelva comunicativo. En eso Hampson es admirable., Su forma de canto es directa, natural, poderosa. Y además transmite simpatía. El éxito se veía venir desde el principio. La apoteosis final era previsible.

El programa elegido no se prestaba demasiado al triunfo fácil: Mahler,, Loewe, Strauss y un grupo de canciones de Zemlinsky, Webern, Schönberg, Alma Mahler y Strauss sobre textos del poeta Richard Dehmel.

Hampson y Rieger se movieron con elegancia y sobriedad en Loewe, hicieron un Mahler limpio y sin retórica (como en los célebres recitales del Festival Mahler de Amsterdam de 1995), fueron versátiles en el bloque Dehmel y finalizaron con un Strauss lleno de matices y frescura.

Todo ello bien fraseado y respirado, contrastado en la gama dinámica, y sutil en los acentos. Algunos habrían preferido un mayor refinamiento y están en su perfecto derecho. Pero el arte desnudo, puro, llano y cálido de Hampson y Rieger es, en estos tiempos líricos que corren, un lujo verdaderamente impagable.

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