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El imperio de las nalgas

Los anuncios de perfume XS de Rabanne, el spot de las lavadoras New Pol, la publicidad del Ballantines o el desfile del aroma Titto Bluny, tienen una cosa en común: el culo.Las Navidades de este año, como las de todos los demás, se pueblan de toneladas de anuncios pero los anuncios, a su vez, anuncian las preferencias o los gustos, el objeto de deseo que ahora, con la populosa promoción de nalgas, se perfila con rotundidad.

Los años ochenta preconizaron el primer paso desde el interés más conspicuo por los senos a la insinuante eclosión de los traseros. Los noventa, una vez superada la crisis que mantuvo borrosa la elección, han emergido con claridad la esférica porción del cuerpo, masculino o, femenino, donde se cita el imperio del ambisex.

En junio de este mismo año la revista Elle, en su edición francesa, dedicó una portada y sesenta páginas a lo que llamo "Special Fesses". Un especial sobre las posaderas de todos los tipos y a todo color. Dos meses más tarde, el semanario LEspresso editó en Italia, coincidiendo con el desnudo del verano, un número con dos decenas de páginas consagrado a "Il fattore C". El factor culo, sobre el que Umberto Eco, que acaso se habría querido el inventor de la propuesta, escribió un artículo denunciando que las revistas, por lo que estaba viendo, ya no sabían de qué hablar.

A falta de habla, a falta de ideas que ocupen las cabezas, la nueva imaginación está en el culo. En Italia, el profesor y escritor Luciano de Crescenzo, hacía una exégesis de este fenómeno atribuyendo su ascenso a una posible oleada de liberación masculina respecto a la libido materna, representada en los pechos.

A partir de la tesis de Crescenzo, cabría deducir dos cosas: o bien que efectivamente el macho se halla en la actualidad emprendiendo una carrera emancipatoria que le con duciría a la inauguración, por fin, de una masculinidad de recambio para el siglo XXI; o bien, que la pérdida de valor femenino en cuanto conspicuo objeto erótico estuviera derivando hacia un travestismo postsexual; una trascennldencia cular, sin distinción de género diferente y concreto. Femeninas o y masculinas, locuaces en una misma habla carnal, las nalgas serían al sexo lo que la globalización a la economía. En su mapamundi, se plasmaría la nueva globalización de la sexualidad.

No se trataría, por tanto, como en las pinturas de Velázquez o de Rubens o incluso de las de Duchamp o Man Ray, de presentar la suculencia del glúteo como gastronomía del deseo del pintor, sino la representación, mediante la publicidad y los muchos culos de pasarela, de un cuadro global donde se intercambian las anatomías homologables de los sexos.

El culo de las mujeres o los hombres, los culos por docenas se esponene en los desfiles que Tom Ford concibe para Gucci desde, en los salones italianos de Michito Mochima o de Romeo Gigli, en las muestras parisinas de Mugler o Louis Fernand. Sobre el encanto de los traseros se apoyan las vanguardias de las fragancias más recientes, desde el Acqua de Giò obra de Armani, hasta los aromas de Eau Svelte de Dior o el perfume para hombres de Gianni Versace.

A la moda del wondder-bra, Lycra incorporó, en 1994, los pantys con rellenos para afianzar o apuntalar las cachas y para recobrar, mediante este cambio de paradigma, la geología de las Bardots, Lorens y Gildas. Señales que ahora regresan, contraído el presupuesto y anulada la inquietud de la genitalidad, como un equilibrio de glúteos intercambiables en la metáfora de una moneda única con valor idéntico y la misma faz.

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