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Milosevic se esconde tras un régimen a la deriva mientras la oposición toma la calle

Cuando el Parlamento federal yugoslavo rechazaba ayer a mediodía una propuesta de la oposición de Montenegro para cambiar la rutinaria agenda de su sesión constituyente y dedicarse a debatir la situación creada por las manifestaciones de la oposición, la mayoría de sus 138 diputados, obedientes al dictado del presidente serbio, Slobodan Milosevic, rubricaba de la manera más pública posible su divorcio de la realidad. La oposición boicoteó la sesión y, volvió a tomar la calle. Desde Washington, el presidente Bill Clinton, decidió inmiscuirse un poco más en la crisis serbia y pidió directamente a Milosevic que "escuchara la voz el pueblo" y "reconociera el resultado de las municipales".

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("Estas elecciones deberían ser respetadas y la voz del pueblo debería ser escuchada y respetados los derechos humanos, políticos y civiles de la gente", declaro ayer el presidente estadounidense. A pesar de señalar que nadie debe inmiscuirse en los asuntos internos de Serbia, Clinton aseg. uró que las simpatías de EE UU estaban "con la gente libre que quiere que sus elecciones sean íntegramente respetadas", informa Reuter]Boicoteada por los representantes de la coalición Unidos, la sesión del Parlamento se ocupó de resolver cuestiones de procedimiento mientras en las calles de Belgrado, y por tercera semana consecutiva, decenas de miles de personas pedían a gritos el final de un régimen autista.

"Creo que la mejor presión contra Ia dictadura es rechazar los escaños no sólo municipales, sino. también parlamentarios, devolver el país a lo que es en realidad, un camuflado régimen de partido único. Eso acabaría forzando elecciones en un clima muy diferente", afirma el líder opositor Vojislav Kustunica. Para el jefe del Partido Democrático de Serbia, la actitud parlamentária refleja a la perfección el credo político de Milosevic a lo largo de sus nueve años de poder absolutista: diferir hasta donde sea posible el enfrentamiénto con lo inevitable.

Los acontecimientos de las últimas- semanas acentúan para algúnos observadores privilegiados el hecho de que la nueva Yugoslavia (Serbia y Montenegro) es un barco a la deriva en la región a la que pertenece. Destruida la antigua Yugoslavia, fracasada la Gran Serbia, virtualmente abandonados a su suerte los serbios de Croacia y Bosnia, el amargo resto del proyecto nacionalista de Milosevic busca una nueva identidad que no se sabe si consiste en un Estado aislacionista, en la pertenencia a una eventual comunidad balcánica o en su consolidación como el actual decorado federal.

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Federación en peligro

La federación de Serbia y Montenegro fue construida hace cuatro años por Slobodan Milosevic para persuadir al mundo de que Belgrado no tenía nada que ver con la guerra de Bosnia. En alas de las soflamas del líder serbio, sus diez millones de habitantes esperaban entonces crecer con la incorporación de partes de Bosnia y Croacia. Hoy es cualquier cosa menos un proyecto estable y de futuro. No sólo porque alberga en su seno la región de Kosovo, donde el 90% de su mayoría étnica albanesa no está dispuesta a seguir indefinidamente bajo las botas del ejército de Belgrado, sino porque el mismo estatuto de Montenegro, la diminuta república de 600.000 almas, está sometido a disputa. En Montenegro se crecen quienes quieren separarse de Serbia y erigirse en Estado independiente. Incluso la semana pasada sus dirigentes se permitieron calificar de "comportamiento propio de las dictaduras" la decisión de Milosevic de anular resultados de las elecciones que le fueron adversas. A pesar de la éxistencla de estructuras federales, todos saben que la única persona con poder real se sienta en Belgrado y que Zoran Lilic, el actual presidente de la federación, es una figura decorativa.

Mílosevic ha transformado Serbia en la propiedad de unos pocos, adictos al jefe del Estado y a su esposa, Mirjana Markovic, profesora de marxismo y una de las personas más influyentes del país. Tras 50 años de gobierno comunista ininterrumpido, rebautizado como socialista en 1990 por los signos de los tiempos, los métodos y la actitud de la nomenklatura permanecen. Las personas más influyentes controlan monopolios. Como botón de muestra, Mirko Marjanovic, presidente de Profres, el monopolio que importa el gas ruso, es en su tiempo libre primer ministro de Serbia.

Sin demasiados aspavientos, y a lo largo de sus nueve años de poder solitario -o mejor, conyugal-, Milosevic ha conseguido modelar una opinión pública como la descrita por Orwell en 1984. En Serbia, a diferencia de la vecina Croacia de Franjo Tudjmán, Milosevic o su mujer nunca se querellan contra una publicación por las caricaturas o las historias maliciosas que publican. En su lugar, televisión, radio y los periódicos más importantes están sometidos a un férreo control, lo que en la práctica significa que los ciudadanos españoles, por ejemplo, saben mucho más de lo que ocurre en Serbia que los propios serbios.

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