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LA LIDIA - AMÉRICA

Bronca en la Monumental de México

Con una bronca de órdago e insultos a la autoridad concluyó la corrida por culpa de la bueyada de Arroyo Zarco, la rata de De Santiago que sin estar reseñada se lidió -le correspondió a Joselito-y los desaciertos del juez de plaza. Además, José María Luévano sufrió una cornada. Al suelto y bobo primero, Eloy Cavazos le enjaretó una faena en la que descargaba la suerte. Presionado por los fanáticos eloyistas, el juez de plaza le regaló la segunda oreja, situación que molestó a los conocedores. Al cuarto, que era un marmolillo, en vez de lidiarlo le hizo sus malabarismos enfadando al aficionado, que sentía que le tomaban el pelo y no le permitió dar la vuelta al ruedo.

Joselito perdió los trofeos que merecía al fallar con el acero tras una cátedra del buen toreo con el tardo y rebrincón segundo, al que veroniqueó ortodoxamente. En el último tercio interpretó una labor de bellas líneas. El poder de su muleta hizo que los 40.000 espectadores se pusieran de pie cuando en dos ocasiones engarzó una dosantina y un derechazo en perfecto círculo.

Arroyo / Cavazos, Joselito, Luévano

Siete toros de Arroyo Zarco (3º y 6º devueltos por inutilizarse), terciados, sospechosos y bueyes; 2º, de De Santiago, una rata.Eloy Cavazos: estocada desprendida tendida (dos orejas); estocada desprendida tendida (oreja); media caída y dos descabellos (silencio). Joselito: pinchazo y otro hondo (ovación y salida al tercio); dos pinchazos, media delantera -aviso-, dos pinchazos, metisaca y estocada (pitos). José María Luévano: dos metisacas y estocada caída (ovación y salida); herido menos grave por el 6º. Monumental Plaza México, 8 de diciembre. Casi lleno.

Por el aire, la espantosa mansedumbre del oponente y el desacierto con la toledana, Joselito se desdibujó en el quinto.

Al saltar de salida al callejón el tercero, se lastimó una pata y fue sustituido por el remolón primer sobrero. En éste, José María Luévano reflejó creatividad y toreó con profundidad por el derecho.

Al brincar también de salida al callejón, el sexto se vació un ojo y fue reemplazado por un bicho sin trapío ni casta, por lo que la concurrencia estalló en protestas. Al bregarlo el espada de Aguascalientes, el peligroso ejemplar le infirió una cornada en un muslo con dos trayectorias, una de 25 y otra de cinco centímetros.

A partir de este momento, el respetable tapizó la arena de almohadillas, con gritos e improperios al juez de plaza por no regresar el bovino. Cavazos, que sustituía a Luévano, no mostró interés por intervenir en la lidia y cuando quiso torear con la sarga, los asistentes al bochornoso espectáculo no se lo permitieron, por lo que tuvo que abreviar.

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