"Jam session" en la casa de los milagros
Dice su amigo Juan Verdú que ir a ver a Morente al Albayzín es una aventura: "A la casa de los milagros se sabe cuándo se llega, pero no cuándo se vuelve". Calle Raya y Cuesta Chapí arriba (los que suben invierten las sílabas: ¡Picha Cuesta!), llegar a pie a casa de Enrique Morente supone 20 minutos infernales, más media hora de recuperación en el sofá, entre la lámpara araña asesina -a metro y medio del suelo- y el jamón y el lomo que cuelgan del techo. El jueves a media tarde, con el sol encima de la Alhambra cegando las ventanas del salón, sólo están los niños: Estrella, Soleá y Kiki. Y su madre, Aurora Carbonell, La Pelota, 37 años, gitana hospitalaria: "¿Café, agua, un filete?" La calma es sólo aparente. Apenas comienza la entrevista llega Juan Mesa, un amigo de Morente, y poco después aparece El Lobo de Tarifa -"un alemán que vive donde pega el viento y es mánager de músicos exóticos", lo presenta el cantaor-, acompañado por dos de sus pupilos: Roman Bunka, un alemán que toca el laúd, y Fathy Salama, de El Cairo, que hace sonar el kanóon.
Vienen de Almería, de ensayar con Tomatito, y traen una cinta y dos discos para enseñarle a Morente, que a regañadientes acepta pinchar antes el Omega. A la mitad se levanta: "Vamos a oír eso que habéis traído vosotros, Lobo, que lo del Morente no lo aguanto".
Salama elige el directo: desenfunda el bellísimo kanóon y empieza a tocar con mucho pellizco. Morente dice: "Vamos a hacer un poco de compás".
Su mujer, sus hijos y Juan Mesa se ponen a dar palmas y él y Kiki, de ocho años, cantan un tema del disco: "La aurora de Nueva York tiene / cuatro columnas de cieno / y un huracán de negras palomas / que chapotean las aguas podridas...".
Luego, Kiki ayuda a Salama a tocar el kanóon, cuando acierta Salama le besa la cabeza, La Pelota taconea y Estrella canta sonriendo. La Alhambra pierde sus colores mientras asiste impasible a la jam session.
Babelia
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