Del subsuelo
Dentro de la segunda generación de narradores latinoamericanos, José Donoso representa la continuidad de la tradición dostoievskiana. No es el único de esos grandes escritores que ha enlazado con la angustiada tradición del descenso al subsuelo, a los subsuelos, pero sí quien lo ha hecho con mayor fidelidad.El mundo de lo grotesco, de lo amputado, lo roto, lo ruinoso, lo trunco, lo deforme ha atrapado a Donoso con una ferocidad que puede igualar pero no superar ninguno de sus contemporáneos. En las páginas de este orbe novelesco atormentado y difícil, alienta Dostoievski -y Kafka y Céline-, mas hay también otras presencias: así, las del surrealismo y el Goya de las pinturas negras. Por eso cabe situar su centro en El obsceno pájaro de la noche, que se publicó en 1970. En esta novela palpitan en su más alto grado las obsesiones, los temas, los recuerdos del autor, que se instala en el mismo corazón de la pesadilla, del sueño que destruye, con un fervor que no hubiera desdeñado Lovecraft. La incesante acumulación formal, verbal y temática nutre y sostiene el texto, que puede leerse como la alegoría de un mundo en descomposición.
Toda la obra anterior de Donoso, desde Coronación, con su turbadora denuncia de la declinación de una gran famlilia y su grotesco ceremonial de entronización de los de abajo, y El lugar sin límites, con su crónica de una decadencia social y existencial, convergía y se precipitaba ahí, en ese gran vómito.
Después en los setenta, y dentro. de lo que se ha llamado el ciclo español, Donoso alcanzaría una mayor depuración en las páginas de Casa de campo, donde, sin embargo, la alucinación persiste y sigue viva la denuncia de un mundo agónico. La misteriosa desaparición de la marquesita de Loria fue la siguiente novela del autor, que demostró su capacidad de no repetirse. Retornando el humor y la ironía de un texto anterior, Tres novelitas burguesas, jugaba ahí Donoso al pastiche de la novela galante de entreguerras para componer un texto erótico, no pornográfico, que reproduce con humor, con distanciamiento, con ironía, el lenguaje sentimental y los ambientes de los años veinte. Por debajo de ellos seguía alentando el sempiterno propósito donosiano de poner en la picota las costumbres de la sociedad burguesa y adentrarse por los más enmarañados laberintos del alma humana.
Donoso, que se había ocupado ya del exilio chileno ya en El jardín de al lado, una novela moral sobre el destierro, continuó su exploración en las dolientes páginas de La desesperanza, que abordaron el tema del regreso del exiliado a un Chile regido todavía. por la dictadura. El narrador descendía ahora a los inflemos de la historia y en su descenso tejía una fábula de piedad profunda por los abandonados en los impíos círculos del poder. La pesadilla de la realidad era, al cabo, tan brutal como la pesadilla del sueño. El novelista tocaba ahí sus propios límites. Después vendría un nuevo cambio de registro, el último, en Donde van a morir los elefantes, una alegoría irónica de la vida norteamericana. Y luego llegó el ajuste de cuentas con los recuerdos: Conjeturas sobre la memoria de mi tribu, que se publicó en España hace sólo un par de meses. El ciclo, acabamos de saberlo ahora, estaba ya cerrado.
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