_
_
_
_
Entrevista:

"A mí no me aterra la palabra 'privatizar'"

Esperanza Aguirre, abogada, de 44 años y con dos hijos, iba para ministra de Medio Ambiente, pero José María Aznar cambió el rumbo en el último momento y la sentó en Educación y Cultura. Se estrenó con unas declaraciones que alarmaron a los partidarios de la enseñanza pública y le costaron abundantes críticas. Sus seis meses de ministra le han enseñado a ser más prudente. Ahora se emplea con mucha energía en la descripción de los problemas, pero, consciente de las turbulencias del mundo educativo, esboza soluciones genéricas en lugar de concretar los pasos, y prefiere apelar al consenso o remitirse a las futuras propuestas de comisiones, consejos o el mismo Parlamento.Pregunta. Muchos docentes piensan que a usted no le gusta la educación, no le interesa y, además, no entiende. Perdone la franqueza.

Más información
"Hay que buscar eficacia, no localismo"

Respuesta. No, no... si hace usted muy bien en decirlo. Así puedo salir al paso de una falsedad que mis adversarios políticos ponen en circulación. La educación me apasiona. A este ministerio le viene extraordinariamente bien un ministro que no sea docente. Los ciudadanos y los padres nos vemos sorprendidos por la jerga de los especialistas burocratizados y por las decisiones que se toman sin que se entere el resto de los ciudadanos. Por ejemplo, la supresión de la historia de los planes de estudio, con la excepción de la contemporánea, mientras se imparten optativas como Manicura, Iniciación a la Gramática del Pop o El Mundo de los Dinosaurios. Es disparatado gastar dinero del contribuyente en esas asignaturas. Los no docentes tenemos una idea de la educación basada más en el sentido común y en la demanda ciudadana.

P. Ya ha recibido el dictamen de la ponencia del Consejo de Universidades sobre la futura selectividad. ¿Qué le ha parecido?

R. El Consejo no ha emitido ningún dictamen; se trata de un estudio de algunos rectores. Lo que hay es un descontento de alumnos, rectores, profesores y, sobre todo, la sociedad, con la actual selectividad, un sistema que ordena por notas a los alumnos, pero les impide a veces elegir la carrera para la que se sienten llamados. Eso es lo que me gustaría cambiar, pero no para endurecer la selectividad, sino para facilitar que los alumnos sigan su vocación. Y no tengo intención de hacerlo por decreto, sino por consenso.

P. El dictamen propone más peso para el examen y menos para el expediente. ¿Está de acuerdo?

R. Yo no quiero adelantar conclusiones. Estoy a favor de que los jóvenes puedan seguir su vocación. Me gustaría que cualquier alumno pueda tener una oportunidad, aunque saque un 6,3 y su carrera requiera un 6,5. Es mejor que la prueba no sea tan determinante. Comprendo que es difícil, pero me gustaría solucionarlo.

P. ¿Cuánto habrá que esperar?

R. A mí me hubiera gustado mejorar la selectividad el próximo curso, pero quizá no hay tiempo para hacerlo. Es posible que puedan introducirse pequeñas mejoras para no frustrar lo que los alumnos quieren verdaderamente estudiar. Es decir, todo lo contrario de lo que se ha dicho.

P. Habla de la vocación de los estudiantes, pero un respeto máximo implicaría un sistema hiperflexible, que hoy ofreciera muchas ingenierías y mañana muchas ciencias sociales.

R. Tendríamos que flexibilizar la Universidad. No debe quedarse anquilosada. Hay carreras nuevas y otras que se han quedado con muy pocos alumnos. Que haya profesores de determinada materia no implica que ésta siga siendo troncal para siempre, si no hay demanda social, y no sólo de los estudiantes... El esfuerzo de gasto público debe adecuarse a las necesidades sociales de titulados. No tiene sentido convocar plazas de un departamento que no sea relevante para el futuro.

P. Los planes de estudios universitarios, ¿fueron elaborados técnicamente o condicionados por las plantillas de profesores?

R. Desgraciadamente siempre hay un poco de lo segundo. Las intenciones eran buenas, pero es muy probable que haya habido condicionantes por la tiranía del statu quo. El Consejo de Universidades está haciendo una revisión de los planes de estudio. Personalmente, no como ministra, opino que las carreras de cuatro años no han tenido el éxito que se esperaba, han comprimido planes muy difíciles de comprimir. El resultado es que los estudiantes han suspendido más y han seguido tardando los mismos cinco años.

P. ¿Qué otros grandes problemas tiene la Universidad?

R. Ha tenido que hacer frente en poco tiempo a un incremento de medio millón a millón y medio de estudiantes. Se han creado universidades y facultades, a veces en detrimento de la calidad. También está el problema de la endogamia. Para ser catedrático en ocasiones se valora más el lugar de nacimiento que el conocimiento de la asignatura. Y hay problemas con los órganos de gobierno. Es muy difícil que el Consejo de Universidades, con más de 80 miembros, pueda hacer su trabajo.

P. ¿Qué juicio le merece en general la educación en España?

R. Ha sufrido una transformación enormemente positiva. En tiempos de UCD se hizo un gran esfuerzo en inversiones y se escolarizó al 98% de la población. Con los socialistas, el esfuerzo se hizo en dotación de medios y recursos humanos. Ahora hay que mejorar la calidad. Porque se tomaron indicadores materiales (alumnos por profesor, alumnos por aula, metros del suelo al techo...), cuando la evaluación de la calidad debe medir los resultados: qué aprenden los alumnos. Evaluar la calidad por los medios y olvidar los resultados fue el gran defecto de los socialistas.

P. Felipe González ha dicho que ustedes no creen en la enseñanza pública. ¿Creen en ella?

R. No es cuestión de creencias, sino de legalidad constitucional. Defendemos con plena convicción el modelo educativo recogido en la Constitución, cuyos dos pilares son el derecho a la educación y la libertad de enseñanza. Este sistema, que zanja legalmente las antiguas guerras educativas, fue posible gracias al gran acuerdo constitucional de 1978 entre la derecha, el centro, la izquierda y los nacionalistas, que no creo que Felipe González quiera romper ahora. Utilizar sectariamente a los alumnos de la pública contra los de la concertada es absurdo.

P. ¿No hay peligro de que los centros elijan a sus alumnos?

R. Ésa es una de las falsedades del último artículo [en este periódico] del consejero de Educación andaluz, Manuel Pezzi. Quiero que aumente la libertad de elegir colegio. Para ello no necesito cambiar la ley, porque ese derecho está reconocido en el artículo 20 de Ley Orgánica del Derecho a la Educación (LODE). Los socialistas cambiaron con los reglamentos el sentido de este precepto, y yo pretendo restituirlo, también por vía reglamentaria.

P. ¿Y si 1.500 alumnos piden un centro con 1.000 plazas?

R. Cuando un centro tiene más solicitudes que plazas, es que tiene éxito: hay que apoyarlo cuando pida más unidades concertadas, si es privado, o plantee una ampliación, si es público. Cuando no se cubra la oferta, se aplicarán los criterios de admisión vigentes o los que se fijen. Pero no caigamos en el sofisma de que nadie elija si algunos no pueden elegir.

P. ¿Qué piensa cuando oye que es una ministra privatizadora?

R. A diferencia de muchos españoles, a mí no me aterra la palabra privatizar. Mucha gente que creía que privatizar es quitarle lo suyo al pueblo para meterlo en el bolsillo de un capitalista ha comprendido que, cuando se trata de monopolios o de grandes servicios, al introducir competencia, los precios bajan. Por ejemplo, en el puente aéreo y la telefonía móvil.

P. ¿Y en la enseñanza?

R. He recibido un sistema que tiene un 31% de centros de titularidad privada, la gran mayoría concertados, y un 69% de titularidad pública. Mi intención es que esta situación evolucione conforme a las demandas sociales.

P. ¿Hay algo de lo que se sienta orgullosa como ministra?

R. De la futura reforma de los planes de estudios para reforzar la historia y el resto de las humanidades. Confío en tener tiempo para remediar esta situación.

P. ¿Ha decidido algo concreto?

R. Y tan concreto... La decisión que tengo tomada es reformar los planes, pero no por decreto. Hemos creado unas comisiones de estudio sobre los textos de historia, geografía, cultura clásica, filosofía y literatura. Un niño podría completar hoy sus estudios sin haber oído hablar del descubrimiento de América, Julio César o Felipe II. El Estado debe establecer los conocimientos mínimos para todos los españoles.

P. ¿Cambiará la situación académica de la religión?

R. No, pero sí la de su alternativa. Estoy decidida a que los padres que no tengan creencias religiosas puedan elegir una alternativa de valores éticos laicos.

P. ¿Qué piensa de las movilizaciones estudiantiles?

R. Es una irresponsabilidad que haya un Sindicato de Estudiantes, liderado por una señora de 27 años [Bárbara Areal], que coja a los niños de 12 a 16 años y los saque de los centros, con el peligro que conlleva. Todos hemos sido niños y sabemos que es más divertido montar una algarada en la Gran Vía que escuchar al profesor de matemáticas o de lengua.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_