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Bab el Ued, el voto del miedo

Juan Carlos Sanz

No es raro encontrarse con alguna mujer enlutada de pies a cabeza, con chador, por las calles del Bab el Ued, el antiguo barrio español de Argel que serpentea colina abajo desde el templo de Nuestra Señora de África. Cuando el aguacero que despertó a la ciudad amainó y los primeros votantes Comenzaban a llegar a la guardería Ibrahim. Fatá o a la escuela Zeirab Om el Masakin, ambos en áreas acomodadas de la capital argelina, en el colegio electoral de Baba el Ued los policías que lo custodiaban apenas asomaban la cabeza por el portón metálico. Entre la inmundicia del solar contiguo, las pintadas del Frente Islámico de Salvación (FIS) encalan el muro que las oculta. Los cabecillas de las milicias islamistas más radicales han amenazado de muerte a quienes participen en el referéndum para la reforma constitucional."Los periodistas tienen que estar acompañados en todo momento por un funcionario de la wilaya (área metropolitana)", sentenció el responsable del centro de votaciones tras consultar por teléfono a sus superiores y antes de dar el portazo a los informadores.

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Como en muchos otros colegios electorales argelinos, había mesas separadas para hombres y mujeres. Un anciano tocado con un casquete de encaje blanco aseguraba que cumplía con su deber de buen grado mientras echaba un vistazo al vacío patio de recreo, que ofrecía una imagen en negativo de las colas de votantes que hace un año dieron su apoyo al presidente Liamín Zerual. Todos los miembros de las mesas electorales en este rincón de Bab el Ued proceden de barriadas de la periferia de Argel. Es una medida de seguridad más para evitar que sean identificados quienes colaboran con el Grupo Islámico Armado (GIA).

Barricadas

Los controles de seguridad y barricadas militares que ayer salpicaban las calles de Argel marcaban una frontera definida en Bab el Ued, donde hace dos años cayeron asesinadas a tiros dos religiosas españolas. A la sombra de Nuestra Señora de África, una monja española reconocía ayer que se despide cada día de sus compañeras "como si fuera la última vez". No entiende cómo muchos de los jóvenes a los que educó hace 20 años en una guardería de las afueras de Argel se han incorporado a las filas del integrismo islámico más radical.La colonia española, que contaba con más de medio millar de personas en noviembre de 1993, cuando los grupos islámicos armados lanzaron la amenaza de muerte contra todo extranjero que residiera en el país, se ha visto reducida a una quinta parte tras la repatriación organizada por los servicios diplomáticos españoles. Ahora sólo quedan religiosos, trabajado res del sector del petróleo o de la construcción y diplomáticos protegidos por geos armados hasta los dientes.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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