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Tres hijos de jueces, elegidos suplentes del Tribunal Superior

Tres de las 10 plazas de juez sustituto que hay ahora mismo en la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Madrid (especializada en asuntos laborales) están ocupadas por hijos de magistrados relevantes. Incluso los padres de dos de estos jueces sustitutos siguen en activo en la misma sala que sus hijos. Antes del verano, el número de hijos de magistrados en esta sala era aún superior: en esa fecha también trabajó como sustituto en este órgano judicial un hijo del actual presidente de la Sala IV de lo Social del Tribunal Supremo. La mayoría de los otros jueces suplentes, hasta completar las 10 plazas asignadas a esta sala, son magistrados ya jubilados que han cumplido 70 años y que siguen en sus puestos con un contrato por uno o dos años.Si se produce una vacante en un órgano judicial, el nombre del sustituto provisional es propuesto al Consejo del Poder Judicial por las salas de gobierno de los respectivos tribunales superiores (nueve jueces, integran la de Madrid). "Lo habitual" es que el Consejo, si el candidato reúne los requisitos, "se limite a ratificarlo y nombrarlo oficialmente", destaca Agustín Zurita, jefe de prensa del Consejo.

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El presidente de la sala considera "una coincidencia" que varios suplentes sean familiares de jueces

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Para ocupar una suplencia -en ésta y otras salas judiciales de España- no hay que pasar ningún examen: basta con ser licenciado en Derecho y no incurrir en in compatibilidad (por ejemplo, haber ejercido como abogado en Madrid). Esto da lugar, según fuentes jurídicas, a que las suplencias sean ocupadas por jóvenes que son revestidos de jueces de un alto tribunal sin una oposición previa y escasa o nula práctica.

Miriam de la Fuente, Juan Antonio Linares y Paloma Fátima Rodríguez son los tres jueces que cubren hoy vacantes en la Sala de lo Social del Tribunal Superior de Madrid (integrada por 27 jueces, de los que 10 son suplentes). Miriam y Paloma, adscritas a las secciones 6ª y 5ª, respectivamente, son hijas de Eustasio de la Fuente y Marcial Rodríguez respectivamente, magistrados de la Sala de lo Social; y Juan Antonio Linares, adscrito a la II, es hijo de un magistrado fallecido de la Sala Social del Tribunal Supremo. Aunque ya no forma parte de esta sala, pero hasta el verano también trabajó como suplente en ella Ignacio Campos, hijo del actual presidente de la Sala IV de lo Social del Tribunal Supremo. Campos dejó la suplencia para incorporarse a un conocido bufete.

Pese al nutrido grupo de familiares sustitutos, tanto desde el Tribunal Superior de Madrid como desde su Sala de lo Social, se niega en redondo que haya existido algún tipo de "favoritismo" a la hora de cubrir estas vacantes. "Los hijos de... no tienen ninguna preferencia, pero tampoco hay que postergarlos", subraya Manuel Avila, presidente de la Sala de lo Social del Tribunal Superior.

Bolsa de trabajo

Todos los años se crea una especie de bolsa de trabajo con los candidatos que solicitan cubrir una vacante. Unos novecientos aspirantes engrosaron la última bolsa, según datos del Tribunal Superior. De ella extrae la sala de gobierno el nombre del candidato.

Fuentes de la presidencia del Tribunal Superior explican cómo se cubren las suplencias: "Hay dos tipos de candidatos, el que tiene un currículum brillante y el que creemos que puede ser un buen artesano. Estos últimos se envían a los juzgados en los que hay más brega. Para los tribunales tienen preferencia quienes hayan sido jueces o fiscales o tengan experiencia como sustitutos; después van los docentes, profesores de universidad, y, en última instancia, los demás, en función de su expediente académico o currículum".

Abogados laboralistas y jueces de lo social que piden mantener el anonimato consideran "perverso" este sistema. Por un lado, porque facilita la llegada al alto tribunal de jueces "jóvenes e inexpertos", con capacidad "para revocar sentencias de compañeros de juzgados inferiores con una experiencia acumulada de 6, 10 o 15 años". Y, por otro, porque el sistema de suplencias veta el ascenso de jueces más avezados, al no salir las plazas a concurso. "Como hay suplentes, no se crean plazas", esgrimen.

Nacho Montejo, abogado de uno de los despachos laboralistas que más asuntos mueven en la región, critica con severidad las suplencias y sus consecuencias: "Es una chapuza y una ilegalidad. Un descarado favoristimo hacia los hijos de los jueces. Dado que el consejo no busca plazas titulares, éste es el sistema idóneo para colocar a los hijos, una trampucia de todo el sistema corporativo para proteger a su gente. Es una alteración de la calidad de la justicia, porque un órgano judicial que crea jurisprudencia permite que un juez suplente pueda revocar la sentencia de jueces con la experiencia de, por ejemplo, Ricardo Bodas, del Juzgado 31 de lo Social de Madrid, o Juan Manuel Sancristóbal, del 19".

En realidad, nadie está de acuerdo con este sistema. "Es una solución totalmente atípica, pero de momento no hay otra; y la que existe, sacar a concurso las plazas, es competencia del Ministerio de Justicia", aseguran las citadas fuentes del Tribunal Superior. El presidente de la Sala de lo Social también rechaza este sistema. Desde el Tribunal Superior se considera "simplista y rechazable" el argumento de que jueces suplentes puedan revocar sentencias de titulares. "Las decisiones de un tribunal son colegiadas, y no se puede olvidar que el suplente comparte sala con otros dos magistrados más avezados". "Eso es cierto, pero el suplente también actúa de ponente, como los otros, y es quien redacta sus sentencias, aunque luego sean leídas y debatidas por los tres", refutan abogados laboralistas.

En opinión de Manuel Ávila, la concurrencia en su sala de varios hijos de colegas "es una coincidencia". Ávila insiste en que el problema radica en el sistema de suplencias; es decir, en que no se dote al tribunal de las plazas de titulares que precisa y con insistencia reclama. "Tanto el consejo como nosotros estamos en desacuerdo con el sistema".

No obstante, Ávila asegura que no ha intervenido en los nombramientos de ninguno de los familiares de compañeros. En el caso de Juan Antonio Linares, por ejemplo, recuerda que él propuso para esa suplencia a otra persona, un catedrático de universidad, por su gran experiencia, y que fue el Consejo, sin embargo, el que nombró a Juan Antonio.

De todas formas, precisa, "los sustitutos están dando un buen resultado". Y no son inexpertos: "Los tres venían bien preparados, con algún examen de judicatura aprobado, con cursos de formación, artículos publicados". Recuerda, además, que "sólo unas pocas personas" de la bolsa de aspirantes habían solicitado cubrir suplencias en su sala, por lo que el número de candidatos era reducido. Ignacio Campos y Miriam de la Fuente, con los que este periódico logró contactar ayer, se negaron a hablar sobre este asunto. EL PAÍS no pudo dialogar, en cambio, con Paloma Rodríguez, de baja, según fuentes de la sala, ni con Linares.

Un año para resolver recursos sobre despidos

La Sala de lo Social del Tribunal Superior de Madrid, al igual que la de lo Contencioso-administrativo, sufre importantes atascos. Una sentencia de apelación tarda en resolverse, desde que es presentada, "una media de un afio", según su presidente, Manuel Avila, y "entre 12 y 18 meses", según varios abogados laboralistas. En instancias inferiores, en cambio, las sentencias se dictan en tres o cuatro meses. Ávila asegura que la cifra de sentencias en su sala "es de siete u ocho por juez y semana", mientras que en salas como la Civil o Penal baja a "cuatro o cinco".Los retrasos en la Sala de lo Social varían en función del asunto. La sección más atascada es la que tramita las apelaciones sobre despidos: en la actualidad tiene más de dos mil asuntos pendientes, según fuentes jurídicas; la sección que entiende de derechos de trabajadores, unos 600, y 99 la que se encarga de reclamaciones contra el Estado. Otras "funcionan bien".

En fuentes jurídicas se atribuye en parte al sistema de suplencias estos retrasos. "Son demoras", explican, "que cuestan mucho dinero al Estado en los salarios de tramitación". "El dinamismo de un juez suplente con 71 o 72 años no es el mismo qué el de uno de 40 años, aunque, eso sí, se contrarresta con su capacidad intelectual. En cambio, a los suplentes jóvenes", agregan estos medios, "les sobra dinamismo, pero les falta experiencia".

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