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Crítica:CANCIÓN
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

En la palma de su mano

Diego A. Manrique

¿Qué ocurre cuando pasas de ser una completa desconocida a vender casi medio millón de discos en menos de cinco meses? Algunos antiguos asociados de Rosana Arbelo aseguran que cambia el carácter, que se manifiesta la ingratitud, que brota el demonio que todos escondemos dentro. Si todo eso es cierto, resulta explicable: sólo una santa podría resistir semejante torbellino.Lo que Rosana no ha extraviado en el camino del éxito es la facultad de comunicación, desarrollada en esos diminutos garitos madrileños de cantautores donde ha ido forjando su imagen pública. Tampoco ha perdido reflejos: ella sabe torear con habilidad los piropos, las quejas, todas las muestras de ese amor ciego que se declara con verdadero estrépito. Lo de Rosana es evidentemente uno de esos casos de fascinación colectiva que sólo se racionalizan cuando pasan los efectos del flechazo.

Rosana

Rosana Arbelo (voz, guitarra); Sergio Castillo (batería y percusión); José Nodar (bajo); Juan Ferro (guitarra); Carlos Domenech (coros, percusión); Angel Bao (cajón); José Antonio Romero (guitarrista invitado). Teatro Monumental. Madrid, 23 de noviembre. 2.500 pesetas.

De momento ni siquiera hay síntomas de resaca. Lo que no significa que toda la maquinaria de Rosana La Estrella esté engrasada. Con frecuencia la iluminación de su espectáculo llega a ser desagradable. El balance de voz e instrumentación tampoco está completamente resuelto. De todas formas, estos son minucias de crítico que llega dispuesto a buscar tres pies al gato. Lo esencial es que ella consigue hazañas improbables: los momentos más intensos ocurren cuando ella canta con el mínimo acompañamiento y la subida de intensidad emocional hace creíbles esas letras epidérmicas; Lunas rotas y No sé mañana son dos escalofriantes ejemplos.

El público se sabe de memoria esos textos y corea o susurra con el fervor de los enamorados. Las canciones más rítmicas de Rosana Arbelo con siguen incluso que los oyentes olviden la frialdad del recinto y se pongan espontáneamente de pie para esbozar tímidos bailes caribefios. Y que disculpen incluso el interludio de la entrega de un trofeo (cuádruple platino) a José Antonio Romero, productor del primer y único disco de la canaria. Una muestra de la seguridad de Rosana es que no recurre a repertorio ajeno. Dado que sólo tiene un disco en el mercado, lo interpreta de principio a fin sin caer en desarrollos instrumentales para cubrir el expediente. Lo que sí hace, y esto es una muestra de su audacia, es intercalar piezas inéditas como Bajo charcos de amor, Dunas de poemas y Besos, que continúan su línea de sensualidad epidérmica. Su seguridad le lleva al extremo de atreverse a explicar los secretos de canciones como Deray, que resulta ser una leyenda de fabricación propia sobre el amor imposible entre la Luna y el Sol; el público celebra estas ingenuas explicaciones tanto como las subidas de ritmo o el reconocimiento de sus canciones favoritas.

Para Rosana Arbelo el reto futuro consiste en intentar evitar el efecto Traey Chapman, cantante de registros similares que consiguió atraer vertiginosamente al público y lo perdió casi con idéntica rapidez. Por su parte Rosana cuenta con la ventaja de su desparpajo y de esa pasmosa capacidad para conectar con un público que, hasta hace poco no sabía de su existencia. De ello depende que aguante el tirón y que los vapores del éxito no intoxiquen esa corriente de amor que acaba de conseguir.

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