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Clinton y el siglo de EE UU

Con Clinton empieza una nueva vuelta. ¿Con Clinton? Digamos que ha sabido crear esa Ilusión. Desde hace dos años corre detrás de los estadounidenses para decirles que si las cosas iban mejor era gracias a él. Y los estadounidenses corrían delante suyo sin volverse, sin escucharle, no más que a Dole, por cierto, o que a cualquier otro. Todos corrían porque por fin habían vuelto a encontrar un empleo. Se levantaban temprano, comían poco, o sacaban tiempo para correr y mostraban una sonrisa de oreja a oreja mientras repetían como en los años setenta: "Todo va bien". Todo, va bien, sí, a pesar de los 20 millones de blancos pobres [sobre una población de 200 millones de blancos], de los 10 millones de negros pobres [sobre 30 millones de negros], de una población reclusa más numerosa que en cualquier otra parte. Todo va bien, a pesar de la supresión de la protección social y la implosión del sistema educativo, a pesar de la venta libre de armas para todos, del crimen y de la droga en los guetos urbanos. Todo va bien porque el trabajo ha vuelto. Y todo el mundo, corre. Clinton, por su parte, se ha subido al tren en marcha, e incluso ha logrado deslizarse hasta el vagón de cabeza.

Sin duda, la recuperación económica es, ante todo, obra de Allen Greenspan, presidente de la Reserva Federal, que ha sabido manejar con eficacia los tipos de interés. Sin duda, la izquierda estadounidense, o lo que queda de ella, no ha querido escoger entre Bill y Bob. Sin duda, Clinton deberá continuar cohabitando con un Congreso de mayoría republicana. Pero sabe sacarle partido a todo esto admirablemente. Practica el surf con verdadero deleite sobre la ola de la reactivación, con aires de joven jefe scout, cual Tintín megalómano y enternecedor que, mediante una sonrisa entre la de Mickey Rooney y la de Robert Redford, compensa lo que pueda haber en él de politicastro y de intrigante. Esta cara de ángel en un hombre que tiene tanta suerte inspira fervores religiosos: en Arkansas, si bien es cierto que es su feudo, las jovencitas quieren tocarlo varias veces para recibir la unción.

Dicho esto, en el "todo va bien" voluntarista de Estados Unidos la política no resulta lo esencial, ni mucho menos. Cada cuatro años, en este país faro de la democracia, la abstención se sitúa en tomo al 50%. Existe la misma fractura social que en cualquier otro sitio, un poco más grave inclusive, ya que se trata de un Estado federal y Washington está alejado de los ciudadanos, pero ya no es protagonista de la actualidad. La noticia destacada en Vanity Fair es que la actriz Claire Bloom cuenta el infierno de sus amores con el novelista Philip Roth. En el New Yorker, Arthur Miller explica por 48ª vez por qué concibió hace medio siglo Las brujas de Salem, que se vuelve a representar este otoño en Nueva York. En Broadway, Rent es un fenómeno teatral tan importante como lo fue Hair, pero mientras que esta última obra "dejaba que el sol entrara" en el amor libre, Rent hace entrar el sida y la muerte en la música y el baile. Su autor murió de sida a los 33 años, tres semanas antes del estreno de la obra. El último artilugio erótico es una cinta de vídeo en la que se ve a una mujer tapada hasta el cuello que fuma larga y pausadamente. El tabú del tabaco es ya tan fuerte que fumar se ha convertido en algo erótico. Todo va bien. La gente tiene prisa, es dura, expeditiva, pero "everything is fine".

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Viajo a EE UU todos los años, a los mismos sitios. A menudo me encuentro con la misma gente. No se dan cuenta de que me dicen cosas diferentes. Y este año me han reforzado en mi convencimiento: EE UU no es ya una. superpotencia ni un imperio, sino el imperio de los imperios. Su poder sólo está limitado por las dificultades internas: el equilibrio de poder (entre Presidencia y Congreso), las contradicciones de su sociedad (la enorme disparidad de las rentas y los conflictos étnicos), el derrumbamiento de su sistema de sanidad y de educación. Pese a esas limitaciones, este poder es tan desmesurado que no tiene rival. Es único. ¿Acaso Japón, los dragones de Asia, o Alemania, apoyada en Europa, han creído, poder atar a este Gulliverg ¿En vano? ¿Y China? Habrá que esperar.

¿Qué es lo que quiere la potencia estadounidense? Mantener su supremacía. ¿Qué puede hacerse contra ella? Nada. ¿Sin ella? Muy poca cosa. ¿Con ella? Todo o casi todo, a condición de aceptar la subordinación, si no la sumisión o al menos la dependencia. No es bueno proponer a los, estadounidenses un proyecto: la idea tiene que surgir de ellos mismos. Y cuando aceptan una idea inspirada por otros -por Europa en relación a Bosnia, por ejemplo- tienen que ser ellos quienes la lleven a cabo y quienes la controlen. La idea de los acuerdos de Oslo entre israelíes y palestinos no ha provenido de ellos, pero han sabido confiscar rápidamente su realización y su beneficio. El siglo XXI tal vez será religioso o femenino, pero con seguridad, al menos en su primer cuarto, será de EE UU. He hablado con siete catedráticos cuarentones que o han trabajado al lado de Clinton, o trabajan para él, o van a trabajar para él. Todos me han dicho, en esencia: "Ustedes, los europeos, van a tener que reflexionar sobre el éxito económico de EE UU más que sobre la victoria de Clinton. Nosotros, los estadounidenses, tenemos que reflexionar sobre el precio de esta victoria y sobre el futuro del éxito económico. No es imposible que coincidamos en algún punto de nuestras reflexiones". Dicho de otro modo: ¿eran verdaderamente indispensables todos los sacrificios consentidos por los estadounidenses? ¿Pueden los europeos consentir menos para lograr una reactivación económica más equilibrada?

Pero la recuperación estadounidense se refleja en los siguientes datos: nueve millones de nuevos empleos y tan sólo 5,6% de desempleo, 3,5% de crecimiento con unos presupuestos restrictivos, un incremento del 13,5% en las inversiones y el consumo, que se ha duplicado en 18 meses. El periodo de crecimiento en EE UU se prolonga ya seis años y no hay señal alguna de un repunte de la inflación. Wall Street se ha quitado el sombrero ante esta recuperación, y los cronistas financieros más austeros hablan de ello con insólito lirismo. Por último, con relación a las industrias del siglo XXI -la tecnología de la información y las industrias culturales-, los japoneses, al igual que los europeos, deben inclinarse: los estadounidenses llevan una ventaja inalcanzable.

Para llegar a esto, los estadounidenses inventaron a principios de los noventa el siniestro y milagroso downsizing ("adelgazamiento" o "reestructuración"), que significa: despidos masivos y millones de parados, supresión de las actividades vinculadas a las empresas, declaraciones de quiebra y liquidaciones en cadena. Cualquiera creería que habíamos regresado a los tiempos de la célebre obra de Arthur Miller La muerte de un viajante.

La sangría ha durado unos cinco años. El crecimiento, el consumo, las inversiones y el empleo han vuelto. El alza de la Bolsa está aún lejos de haber puesto fin a todos los dramas provocados por la austeridad, pero ha podido más que esta "ansiedad económica" que, reflejada, organizada y amplificada por los medios de comunicación, amenazaba con transformarse en pánico. Los miembros de los grupos de trabajo con los que me he entrevistado están seguros, Pasa a la página siguiente

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