"Me da asco y rabia haber salido así"
La frustración de una cooperante catalana tras ser evacuada de Goma
"Me da asco haber salido así. Ahora que es cuando más falta hacemos, cuando con más razón nos deberíamos quedar, nos vamos. Eso me da asco y rabia al mismo tiempo". Montse Batlló, barcelonesa de 38 años y miembro de Médicos Sin Fronteras, no se muerde la lengua, sentada a escasos metros del lago Kivu, convertido en testigo silencioso de una gigantesca frustración. Otros dos españoles acompañaron a Montse Batlló en el convoy humanitario que ayer, gracias a una tregua en los combates, logró abandonar la ciudad de Goma, al Este de Zaire. El aragonés Jesús Vaquero, de 31 años, de Médicos del Mundo, compartía la rabia de Mon1se y recordaba, con los ojos velados, cómo, cuando empezaron a retirarse, la gente de Goma les imploraba que no se fueran, y con qué pesadumbre se quedaron sus colaboradores locales tras la despedida. "Hemos abandonado a más de un millón de personas a su suerte. Me siento muy mal". Junto a ellos, Sigfrid Soler, de 33 años, también barcelonés, miembro del Comité Internacional de la Cruz Roja, que recordaba con impotencia que en Nairobi, dos aviones de la organización con dos hospitales de campaña sólo esperan el momento para despegar, "en cuanto haya posibilidades de volver".No eran los únicos españoles atrapados en la región de Goma a causa de los feroces combates entre rebeldes tutsis zaireños, tropas ruandesas, soldados de Mobutu, antiguos miembros del Ejército hutu ruandés y una pléyade de milicias dedicadas al saqueo. En el campo de Katale, al norte de Goma, quedan una integrante de Farmacéuticos Sin Fronteras y otro de Médicos del Mundo. Vaquero habló ayer desde Gisenyi con ellos. Se encontraban más tranquilos que en los días precedentes, después de que cesaran los disparos en torno al campamento. El único problema es que querían salir de allí y no podían. Sus vehículos habían sido robados y de momento las condiciones de seguridad son mínimas para poder bajar hasta Goma y desde allí cruzar a Ruanda.
Las embajadas de España en Kinshasa y Nairobi, que han recibido unánimes elogios de los trabajadores humanitarios, están en contacto casi permanente con los españoles que permanecen en la zona y, estudian un posible plan de evacuación desde Kampala, la capital ugandesa, en colaboración con Italia, aunque de momento las posibilidades de una acción directa son muy reducidas.
La mayor preocupación de Batlló, Vaquero y Soler, que ayer partieron hacia Kigali, primera escala de un tiempo de espera que en principio les llevará hasta Nairobi, "es la suerte de los centenares de miles de refugiados que quedan abandonados". A Montse BatIló le duele sobre todo el porvenir de los centenares de miles de desplazados zaireños que se encuentran en la zona de Masisi, al oeste de Goma, con los que ella trabajaba, y de los que prácticamente nadie se acuerda. La catástrofe también les está castigando duramente. "Durante días y días no vamos a poder entrar, mientras las cosas no dejan de agravarse". Para colmo, el saqueo que han sufrido hará todavía más difícil que se pueda reanudar con rapidez la asistencia a los refugiados.
Admiten que no han pasado demasiado miedo, pero coinciden, con un responsable humanitario en señalar al corrupto Ejército zaireño como uno. de los males que ha enfangado la región. Lo han perdido todo. Ayer salieron de Zaire con lo puesto. Detrás han dejado coches, ordenadores, teléfonos y enseres personales. No era lo que más les preocupaba, sino la condenada suerte de centenares de miles de personas sin abrigo y sin comida bajo el cielo de Zaire. Samantha Bolton, portavoz de Médicos Sin Fronteras, no contribuía desde Kigali a mejorar un panorama ciego: "De momento, no hay nada que podamos hacer. Faltan medidas políticas y militares". De momento, nadie parece dispuesto a tomarlas.
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