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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La pequeña rosa

Rosa Passos

Rosa Passos (voz y guitarra), Lula Galváo (guitarra eléctrica), Nema Antunes (bajo eléctrico) y Erivelton Silva (batería). Sala Caracol. Madrid, 30 de octubre.

"Nada como ser rosa en la vida", escribió Dorival Caymmi en una de esas canciones que se pierden en la conciencia colectiva del pueblo brasileño. Y Rosa Passos salió al escenario con una rosa, que regaló al público. Tres rosas amarillas para sus tres presentaciones en España: fue la única condición que les puso a los promotores de sus conciertos esta mujer de tamaño reducido y talento descomunal que sólo hace un mes actuó por primera vez lejos de su Brasil.Cantó para empezar Amor até o fim, de Gilberto Gil, y Chovendo na roseira, de Antonio Carlos Jobim, dos temas que formaban parte del repertorio habitual de la inolvidable Elis Regina. Una manera clara de afiliarse a la mejor escuela de fraseo vocal que haya existido en Brasil.

Hay que ver a Rosa Passos interpretando É luxo só. Lo que hace con la samba que Ary Barroso escribió en 1957 es absolutamente maravilloso. Deja su huella en cada sílaba, en cada aliento. En un programa de radio en Sáo Paulo, un veterano y muy respetado arreglista le confesó, tras oír su grabación de E luxo só en el disco Pano pra manga, que hacía 40 años que estaba esperando aquello. Si Jobim pudiera escuchar su versión de Aguas de marzo, probablemente sonreiría feliz. Muchos artistas en el mundo entero se han atrevido alguna vez con esa canción, pero nadie, al menos que se sepa, la ha modelado con semejante arte. Rosa Passos sigue la melodía y respeta la letra, pero altera el compás y muda armonías sin traicionar lo más mínimo al maestro. Y es que el espíritu de la bossa nova, el aura de Joáo Gilberto, ilumina las mejores canciones de la brasileña -Verdo, Minuano, Juras...-Clasicismo

Lo más sorprendente del asunto es que la pequeña Rosa consigue hacer suyas canciones brasileñas de toda la vida y revestir sus propias composiciones de un clasicismo que las lleva directamente a formar parte del cancionero popular de Brasil. Increíble, por no decir lamentable, que lleve 15 años, luchando para que se la reconozca y que solo ahora esté empezando a cosechar éxitos.

El trío que la acompaña se le pega casi como una segunda piel. Destaca el guitarrista Lula Galváo, que ya estuvo hace unos meses en Madrid acompañando a Guinga; un tipo con un gran sentido armónico al que empiezan a rifarse en Brasil las demás cantantes. El batería se luce particularmente cuando de samba se trata, dando muestras de sutileza rítmica con las baquetas hasta el punto de dejar boquiabiertos incluso a sus compatriotas presentes en la sala. Y Rosa Passos canta samba con un balanço, con un swing irreprochables. Igual un clásico como Samba da minha terra que un heterodoxo París: de Santos Dumont aos travestís.

Sin embargo, algo le falta en directo para llegar a ser excepcional. Quizá ese plus escénico, ese dominio del tempo del espectáculo, que no aprendió durante los anos pasados en pequeños locales, y que necesitará a medida que se enfrente a públicos más numerosos. Es sólo cuestión de envolver mejor el regalo. Lo esencial ya lo tiene: sensibilidad y elegancia. Y es que podría ser más alta más delgada y más guapa, pero no más Rosa.

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