Cine Rialto
Cuando yo era niño, el No-Do llegaba al cine Rialto de mi pueblo con seis meses de retraso. En aquellos noticieros aprendí que la esencia del arte consiste en sacar la realidad de su lugar establecido. En las noches ateridas de invierno, en el No-Do se veía la Concha de San Sebastián repleta de bañistas; en cambio, en las noches de agosto en el cine de verano, el noticiero mostraba la cabalgata de los Reyes Magos a su paso por Cibeles, llena de niños con gorritos de lana y una nubecilla de niebla en el hocico. Mientras algunos espectadores en camiseta de imperio bajo las estrellas comían sandías, en la pantalla aparecían estaciones de esquí, pueblos aislados por la nieve y los efectos de una ola de frío polar que había azotado el litoral mediterráneo. Franco mandaba. En el No-Do, hiciera frío o calor, su autoridad nunca variaba. Entonces yo creía que aquel hombre pertenecía a un orden inmutable de las cosas, mucho más férreo que la propia naturaleza, puesto que los solsticios se equivocaban de tiempo, pero aquella gorra de plato era perenne y jamás se movía. En invierno salían playas ardientes. En verano nevaba. Una noche de agosto, bajo un calor agobiante, en el cine se armó un botín. Aquel noticiero con la ola de frío polar lo habían repetido durante tres semanas. De pronto, los espectadores comenzaron a arrojar botellas y cortezas de sandía contra la pantalla en medio de una gran variedad de improperios. El dueño del local salió a dar la cara totalmente borracho. Se subió a un bidón y desde allí, con la boina en la mano, pidió disculpas: "Señores, lo siento, me ha sido imposible traer otro No-Do porque, debido a esa gran nevada que ha caído en Valencia, todas las carreteras están cortadas". Esa noche el termómetro marcaba 34 grados. Igual que aquel borracho, yo también creía en el No-Do. Desde entonces comencé a sospechar que la ficción estaba en la vida y no en la pantalla. En aquellas noches de cine de verano también imaginé que ser artista consistía en cambiar los solsticios y equinoccios de lugar.
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