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Tribuna:POLÉMICA AUTONÓMICA
Tribuna
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Por no ser menos

En un Estado tan complejo como el español, con tantos parlamentos y gobiernos autónomos favoreciendo la presencia de tantos sistemas de partidos y tantas élites políticas de ámbito, regional, ha sido casi una proeza conseguir que los dos partidos mayoritarios hayan recibido hasta la, fecha el 70% de los votos y hayan ocupado en el Congreso de los Diputados casi el 80% de los escaños. Las cuestiones que la Constitución había dejado abiertas podían irse cerrando en un clima razonable, en el que la defensa de los intereses particulares no entraba en directa contradicción con una clara dirección política de los comunes. Con fricciones, pero con una buena dosis de consenso, la articulación de un Estado plurinacional y plurilingüístico, que en otras latitudes se ha revelado imposible, parecía. haber entrado aquí en un camino seguramente sembrado de minas, pero con suficientes detectores para neutralizarlas.Ese panorama de la construcción de un Estado plurinacional comienza, sin embargo, a sufrir los embates de quienes, por no quedarse atrás en, el logro de sus fines últimos, han decidido huir hacia adelante para alcanzar en solitario los inmediatos. Las tensiones proceden, como es lógico , tanto de los agravios comparativos entre diferentes comunidades autónomas como de la rivalidad entre partidos dentro de cada comunidad. Así, con objeto de no ser ni parecer menos que los vascos, Jordi Pujol, no bien se había secado la tinta de la firma del pacto del 30% del IRPF, amenazó con exigir para el 2001 la totalidad. Corno no podía ser menos, Juan Carlos Rodríguez Ibarra hizo aprobar en !u Parlamento la convocatoria de un referéndum que ni su partido ni el resto de los partidos de su comunidad se atrevieron a desautorizar, no fuera a ser que aparecieran como traidores a la causa. Por si fuera poco, el PNV esgrime de nuevo su particular hecho diferencial y sitúa el listón unos centímetros más arriba: no se sabe muy bien qué misteriosa relación existe entre la identidad vasca y el impuesto de sociedades, pero, por si acaso, Pujol se apresura a afirmar que lo que es bueno para Euskadi también ayuda a profundizar la identidad - catalana. Y así será si así lo siente.Lo cierto es que todo esto sería de otro modo si la complejidad de nuestro sistema se acompañara de acuerdos de fondo entre los diferentes actores políticos de manera que se pusieran barreras a esta especie de consigna de sálvese quien pueda. Pero, de un tiempo a esta parte, los acuerdos de fondo se han sustituido, por pactos coyunturales, negociados a toda prisa y con el agravante de nocturnidad, que revelan sobre todo la debilidad de las partes contratantes. En el Gobierno central, el Partido Popular, lejos de la mayoría y sintiendo, la pérdida acelerada de intención de voto, no tiene ni idea de hasta dónde está dispuesto a ceder con tal de conservar sus, apoyos parlamentarios; en los autonómicos, los partidos nacionalistas, estancados en las' últimas elecciones, no saben hasta dónde van a exigir con tal de recuperar el terreno perdido o conquistar nuevas posiciones.Pues esta fiebre pactista que nos invade no es el resultado de negociaciones entre partidos políticos con apoyos mayoritarios y objetivos precisos, sino más bien la consecuencia de una estrategia un tanto aventurera en la que cada socio intenta obtener el mejor resultado posible con el propósito de reforzar su débil posición. No es que entre todos no alcancen el 50% de los votantes, sino que ninguno de ellos dispone de mayoría en sus respectivos parlamentos. Son, por tanto, acuerdos entre socios que, sólo tienen en común gobernar en minoría, y es esa debilidad en el centro, multiplicada por la suma de debilidades en la periferia, lo que introduce al conjunto del sistema en un proceso difícilmente reversible de desagregación y fragmentación. Nadie sabe dónde se sitúa la meta de la carrera, pero todos sienten la irrefrenable compulsión, de seguir adelante.

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