El viaje
La idea es simple: gobernar sin ideas. El minimalismo de los actuales gobernantes se corresponde con el arte de usar conceptos muy menudos, tan achicados que, cuando llega el caso, no importa hacer un borullo con ellos y echarlos a la papelera. Sin conceptos no hay resistencia a otros conceptos y sin una concepción del Estado, no importa Cualquier contracepción. El miércoles los nacionalistas vascos desbordaban de alborozo. Anasagasti iba por los pasillos del Congreso pregonando: "Nos lo han dado todo, ¡todo!". No cabía dentro de su incredulidad.Los nacionalistas defienden un proyecto nacional, pero el Gobierno central sólo se centra en mantener el poder día a día. Así, una mañana cede ante los sindicatos porque teme su amenaza y otra se impone a los funcionarios porque calcula su debilidad; una tarde mete al país en un desconcierto fiscal de consecuencias imprevisibles y otra saca pecho ante las farmacéuticas. Los vaivenes del Ejecutivo se han hecho tan frecuentes que la nación, se va conformando como un adefesio de remiendos, golpes de decretos, estiramientos de la piel y suturas- cumplidas a codazos. Más que atildarse con corrección para afrontar el futuro, el objetivo es vestirse como sea y a trompicazos, como Álvarez Cascos.
Nunca la chapuza nacional se vio mejor representada. Con un agregado: el operario desmañado responde a la estrategia del fanfarrón. Cede ante los clientes que le plantan cara y cruza la cara a los que protestan poco. Este Gobierno no parece tener más fin que no tener fin a corto plazo. Pero, sin concepto, cualquiera acaba acortándose. Y asustando: las veleidades del Ejecutivo son efecto de sus. miedos, pero dan a la vez mucho miedo. Porque, ¿qué viaje puede esperarse de quien conduce corto de vista y sin segura dirección?
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