EE UU y los secretos de la guerra fría en Latinoamérica
Las revelaciones recientes sobre los manuales de adiestramiento utilizados en la Escuela de las Américas, donde desde 1946 más de 60.000 militares, policías y agentes de inteligencia. latinoamericanos han sido entrenados por sus contrapartes estadounidenses, son a la vez odiosas y sintomáticas. Los siete manuales entregados a la prensa por el propio Pentágono recomiendan, entre otras cosas, el uso de la tortura, las ejecuciones, el chantaje y la detención de familiares de sospechosos como técnicas de interrogatorio. La divulgación de estas prácticas educativas ilustra cómo se libró la guerra fría en América Latina y proporciona una oportunidad espléndida para asomamos a los armarios y cloacas donde yacen s cadáveres de la confrontación Este-0este que devastó a sociedades enteras en la región.La escuela, originalmente ubicada en Panamá y hoy localizada en el Estado de Georgia, se había ganado la fama -resalta que bien merecida- de ser el centro de instrucción de donde emanaban algunas de las tácticas más nefastas en el vasto repertorio de fechorías de las instituciones castrenses del hemisferio. Eloy sabemos a ciencia cierta que incluso hasta 1991 las Fuerzas Armadas de Estados Unidos recomendaban a sus pupilos de América Latina que recurrieran al "temor, el pago de recompensas por enemigos muertos, el falso encarcelamiento, ejecuciones y el uso del suero de la verdad" para lograr determinados objetivos. Según el Departamento de Defensa de Estados Unidos, las 21 secciones inapropiadas de las más de mil páginas de instrucciones fueron retiradas desde 1992; se supone que las demás páginas no contienen semejantes barbaridades.
Pero incluso esta afirmación del Gobierno de Washington debe ser tomada con cautela y suscita cierto escepticismo. De acuerdo con la copia de: un examen de la escuela obtenida por el diario mexicano La Jornada en 1994, es decir, dos años después de que supuestamente hubieran cesado estos usos y costumbres, una de las preguntas decía: "Después de muchos días de fuerte lucha e intensas bajas, su pelotón ha capturado dos soldados enemigos. El jefe del pelotón le ordena a usted: 'Encárguese de los prisioneros'. Usted debe: a) cumplir con la orden y matar a los prisioneros; b) desobedecer la orden, ya que no está muy claro lo que se quiere; e) solicitarle al jefe del pelotón una explicación sobre qué quiere decir; d) cumplir con la orden y denunciar la acción ante el comandante". Al preguntársele a un vocero de la Escuela de las Américas cuál era la respuesta correcta, respondió: "Ninguna de las cuatro". Pero esa opción no aparecía entre las que se les presentaban a los estudiantes.
El tema de fondo, sin embargo, yace en otra parte: en elucidar la manera como Estados Unidos ganó la guerra fría en América Latina. Durante años se produjo en la región un diálogo de sordos. La izquierda latinoamericana, y muchos de sus amigos o simpatizantes en Estados Unidos, acusaron a Washington de todas las infamias imaginables. Iban y venían cargos de desestabilización, conspiración, torturas, intervenciones y manipulaciones propagandísticas de la peor especie, prueba todas ellas de la maldad intrínseca e infinita del coloso del Norte. A su vez, los defensores del Imperio argumentaban que las imputaciones, o bien eran simple y llanamente falsas, inventadas por imaginaciones febriles y enfermizas teorías conspirativas, o bien que encerraban una dosis de verdad inevitable. Todo tiene un coste, decían, y para desterrar a la URSS y al comunismo internacional de la zona era preciso recurrir a socios incómodos o desagradables, y en ocasiones a las tácticas reprobables del enemigo. En cualquier caso, resultaba extraordinariamente difícil desentrañar la verdad, ya que quienes la conocían se negaban a hablar, y los que hablaban solían desconocerla.Pero la guerra fría ha terminado, los archivos de Moscú, Praga y Berlín se han abierto, y sería tiempo que los de Washington también comenzaran a abrirse. Los casos principales son evidentes: el derrocamiento por la CIA del Gobierno del presidente Arbenz en Guatemala en 1954; playa Girón y los repetidos intentos por derribar al Gobierno de Fidel Castro en Cuba; el golpe militar contra el presidente Joáo Goulart en Brasil en 1964; la invasión estadounidense de la República Dominicana en 1965; las tentativas desestabilizadoras y la asonada contra el presidente Salvador Allende en Chile entre 1970 y 1973; las guerras sucias y los golpes de Estado en Argentina y Uruguay a principios y mediados de la década de los setenta; las guerras contrainsurgentes en Nicaragua, El Salvador y Guatemala en los ochenta; los sucesivos rescates del régimen priísta en México en 1976, 1982, 1987-88 y 1995.
Algunas de estas coyunturas ya han sido parcialmente investigadas, por ejemplo, gracias a las deliberaciones de la Comisión Church del Senado norteamericano en lo tocante al tema chileno, y a raíz de las pesquisas en tomo al asesinato de Kennedy en lo referente a Cuba. Pero incluso en estos ejemplos el poder ejecutivo en Estados Unidos se opuso con vehemencia a las investigaciones; por tanto, muchos de los documentos siguen resguardados« por el sigilo y muchos de los testimonios, sencillamente, no han sido recabados. La CIA, a través de su centro para el estudio de inteligencia, se comprometió el año pasado a divulgar durante éste toda la documentación existente sobre los casos de Guatemala y Girón, pero seguimos esperando. Solicitudes de libertad de información sobre la vida, los viajes y la muerte del Che Guevara, por ejemplo, han sido rechazadas categóricamente: "La CIA no puede ni confirmar ni desmentir la existencia o la inexistencia de documento alguno de la CIA mencionada en su solicitud". En realidad, no existe ya ninguna razón que justifique la permanencia del velo sobre el pasado. Sin duda, algunas vilezas y perfidias de Estados Unidos saldrían a relucir en un contexto de gran transparencia y apertura; otras supuestas maldades serían desmentidas por hechos históricamente comprobados. Casi no existen fuentes que proteger ni batallas por ser ganadas.Ciertamente, persisten reputaciones que aún exigen ser defendidas y muchos mitos que se niegan a desaparecer. Pero más allá del placer perverso de negarle a sus críticos la satisfacción de haber tenido a veces razón, no es fácil comprender qué tiene que esconder el actual Gobierno de Estados Unidos. Menos aún se entiende por qué los decretos y órdenes de la Administración de Clinton, en el sentido de abrir archivos de manera expedita, permanecen como letra muerta. ¿0 acaso Estados Unidos desea de verdad acompañar a la Cuba de Castro como los únicos dos sobrevivientes de la guerra fría que conservan tan celosamente sus secretos?
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.