Día de luto para los amantes del cine
Día de luto en Kabul para los amantes del cine, incluido el malo, porque ayer por la mañana un grupo de talibanes entró en el cine Zanyab, subió atropelladamente a la sala de proyectores, agarró decenas de películas indias y rusas para, alborozados, prenderlas fuego en la misma acera donde hace sólo unas semanas los chavales hacían cola frente a la taquilla.Retazos de celuloide desgarrados en los que se veía el rostro deforme de un galán indio se derretían entre las cenizas de la hoguera.
La sala de proyecciones era un espectáculo tristísimo para cualquier cinéfilo: cajas de bobinas desparramadas por el suelo, carteles de películas de detectives indios y héroes occidentales de segunda fila -Hércules el invencible era el título de una de romanos-, recortes de periódico, lentes inservibles. Y la presencia muda de los proyectores Bauer, importados de Alemania, como cíclopes de hierro que los talibenes han cegado porque, según su religión, las imágenes son un terrible pecado.
Un miliciano divertido enseñaba el lamentable espectáculo a que había quedado reducido el interior de este templo de la fantasía: 500 butacas destripadas y, lo peor, la pantalla caída sobre el escenario como un gigante muerto.
"La gente en Kabul es tan pobre y tiene tantos problemas que el cierre del cine le da igual", decía Mohamed, un médico kabulí a la puerta del cine que ayer pasó a mejor vida; "quien sabe si ha de convertirse en colegio, mezquita o salón colectivo para que la gente se siente en sus butacas a memorizar el Corán".
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