Los médicos del Clínico salen a la calle para auxiliar a un hombre que se desmayó cerca del hospital
Salvó la vida por una cuestión de minutos. Julio Velázquez Torrás, barrendero municipal de 63 años, perdió el conocimiento en uno de los lugares que limpiaba cada día, la calle del Profesor Martín Lagos (distrito de Moncloa), el pasado lunes a las 11.30 de la mañana. Se trata de una zona ajardinada que separa los centros sanitarios de la Fundación Jimenez Díaz (hospital de gestión privada concertado con la red del Insalud) y el Hospital Universitario Clínico de San Carlos, de titularidad y gestión públicas.
Un infarto agudo de miocardio lo sumió en la inconsciencia, a pocos metros de donde pasaba un hombre de unos 40 años, que, alarmado por tan súbito desmayo, corrió hacia las urgencias del Clínico, a unos 60 metros. La enfermera supervisora de urgencias, Carmen Blanco, de 38 años, salió de inmediato para atenderlo y comprobó que Velázquez no tenía pulso. "Respiraba, pero se le estaba parando el corazón", explicó Blanco. Mientras ejercía sobre el pecho del enfermo un rápido masaje cardiaco, gritó a otros sanitarios, que estaban en la puerta de urgencias esperando una ambulancia, para que salieran a ayudarla. En un momento, le aplicaron todas las técnicas de reanimación. Le montaron en una camilla y pusieron sobre su boca una mascarilla de oxígeno. "La supervisora llegó justo a tiempo", confirmó el coordinador de urgencias; "en estos casos, una tardanza de un minuto y medio puede resultar fatal".
Casos fatales
Esa tardanza provocó un trágico final en un caso semejante ocurrido el 22 de febrero de 1995. Jesús Sagarberría, ex boxeador vasco de 67 años, sufrió un fallo cardiaco también a unos 60 metros del sanatorio privado Nuestra Señora del Rosario, en la calle de Príncipe de Vergara (distrito de Salamanca). Varias personas que pasaban por allí dieron la voz de alerta en el hospital, pero recibieron como respuesta que ninguno de los 22 médicos que había en el centro podían salir para atender a un enfermo, sino que tendría que ser ingresado. Sagarberría murió -en la calle y el Colegio de Médicos expedientó a la clínica. La resolución de este expediente se.espera para fechas próximas, según fuentes de este colegio.Sin consecuencias fatales se saldó otra falta de atención, ocurrida en junio de aquel mismo año. Juana Cortés, de 26 años entonces, fue atropellada delante del hospital de la Cruz Roja en la avenida de Reina Victoria (Moncloa). Atendida por un médico que viajaba, en otro coche, este facultativo pidió que avisaran a un traumatólogo de Cruz Roja. Uno de estos especialistas, Manuel Pino, de 48 años, se encontraba cenando en la cafetería del centro, pero se negó a salir y tan sólo dio orden de que se avisara al servicio de urgencias municipal, Samur. Una de estas ambulancias trasladó a la herida al hospital Clínico. El traumatólogo fue despedido, aunque la Magistratura de Trabajo decidió posteriormente que debía ser readmitido.
El pasado lunes, Carmen Blanco consiguió que el corazón de Julio Velázquez comenzase a latir con un intenso masaje de tres minutos. "Ahora tengo agujetas", admitía ayer. Ya dentro de la sala de urgencias pusieron sobre su pecho las descargas eléctricas del desfibrilador, hasta que consiguieron que el barrendero se estabilizara. Poco después le ingresaron en la unidad de cuidados intensivos. A última hora de la tarde de ayer continuaba estable, aunque su pronóstico era grave y no había despertado del coma. "La primera actuación de los médicos fue suficiente", dijo su esposa, Armonía García, de 59 años, con quien Velázquez tiene tres hijos; "ahora hay que confiar en que mejore".
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