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FERIA DE LA COMUNIDAD VALENCIANA

¿Es obligatorio que se caigan los toros?

Uno se pregunta si es obligatorio que se caigan los toros. Uno se lo pregunta y ya, de paso, le hace la pregunta a quien corresponda: Oiga, usted, quien corresponda: que se hayan de caer los toros, todos los toros en todas las corridas de la vida -incluida ésta de la Comunidad Valenciana-, ¿es una obligación?A lo mejor es obligatorio y uno, aquí, sin saberlo. A lo mejor hasta es justo, conveniente y saludable. Dicen los taurinos que los toros que se caen son los buenos y los que no se caen son los malos. Y razonan así la vaina: los toros que no se caen son los que no se emplean, mientras los que se emplean van y se caen. Consecuencia: para que un toro no se caiga ha de estar en el paro.

Núñez / Aparicio, Jesulín, Tomás

Toros de Joaquín Núñez (dos rechazados en el reconocimiento, uno devuelto por inválido), anovillados, inválidos y aborregados; 1º con casta. 4º de José Ortega, escaso trapío, inválido. 5' de Hermanos García Jiménez, anovillado, inválido y amodorrado. 6º sobrero de Carlos Núñez, sin trapío, brocho e inválido. Julio Aparicio: estocada corta atravesada, rueda insistente de peones y estocada corta ladeada (pitos); media y rueda de peones (silencio). Jesulín de Ubrique: estocada ladeada (silencio); estocada corta caída, (los descabellos -aviso- y se echa el toro (silencio). José Tomás: bajonazo descarado -aviso- y dobla el toro (oreja); pinchazo y estocada corta baja (palmas).Plaza de Valencia, 9 de octubre. 1ª corrida de la Feria de la Comunidad. Media entrada.

Uno empieza a entender: los toros que no se caen son los que ,se quedan en la dehesa. La verdad es que la afición lo venía barruntando. Ahí están unas cuantas ganaderías cuyas reses no se caen, y las lidian torerillos modestos en aldeas recónditas -porque los inmodestos no las quieren ni ver- o han de mandarlas al matadero.

Decía un antiguo ganadero salmantino propietario de emblemático hierro: "El día que los toreros veten los toros que se caen, dejarán de caerse". O sea, nunca, pues ésa sería una de las señales que precederán al fin del mundo, y parece que la fecha queda lejos.

Quizá haya soluciones más próximas. Uno no lo aseguraría pero, con probar, nada se pierde. Dice cierto veterano aficionado de Las Ventas que si le dejaran a él andar por los corrales durante la corrida armado con una garrota, no volvía a caerse ningún toro. Otros aficionados opinan que si la autoridad competente emprendiera en serio la investigación de las caídas de los toros -levantamiento de atestado, pruebas, análisis de vísceras, interrogatorio, culpables a la perrera-, se acababa el problema.

Mas de aquí se deducen otras preguntas: ¿Quién y cómo vigila los corrales durante la corrida? ¿Por qué la autoridad competente no ha emprendido ya la investigación? ¿Acaso la autoridad competente es incompetente? ¿Acaso la autoridad competente hace dejación de funciones porque es cómplice?

Todos los toros que se lidiaron en la corrida de la Comunidad Valenciana estaban inválidos. Todos carecían de trapío. Todos salieron con aspecto anovillado. Todos menos uno padecían amodorramiento natural o fruto de supina borrachera. La excepción fue el toro que hizo primero y Julio Aparicio no pudo con él. Acaso no se atrevió a embarcarlo según mandan los cánones. Le dio una buena tanda de redondos, en otra ya perdía terreno, en las siguientes se vio desbordado y aliñó presto.

En el cuarto empleó Aparicio más académica compostura, se mostraba voluntarioso, duleaba al toro exclamando "¡Je!" o "Vente, bonito", y sin embargo no se acoplaba, no le salía el arte, tampoco había emoción. ¿Cómo, con un toro entre amodorrado y moribundo?

Jesulín de Ubrique cumplió ante sus borregos en el sentido de que pasó desapercibido. Compareció, pegó unos cuantos muletazos, mató breve. En cambio no pasó desapercibido José Tomás, que le hizo al tercero un toreo de alta escuela. No es que lo mereciera el inválido mas José Tomás, quieto, parsimonioso y seguro, cumplía aquella norma del parar-templar-mandar, aquél fundamento de cargar la suerte y ligar los pases. Tal es el toreo: en el torero, la ortodoxia; en el toro, la ataraxia; en el público la cataplexia. Y olé.

Tal debería ser, se quiere significar. Los pases que dio José Tomás al sexto constituyeron un solemne aburrimiento. El sexto era un alma en pena y uno se preguntaba por qué. Las corridas de toros se han convertido en una carnicería bochornosa, en una estafa programada. Los castizos madrileños lo llaman chuleo.

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