Prolegómeno europeo
LAS REUNIONES informales de los jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea nacieron para facilitar debates generales sin apremios de agenda. Pero su mera convocatoria genera a menudo tantas expectativas que mata su informalidad, e incluso su efectividad. Así las cosas, el mayor éxito de la cumbre celebrada el sábado en Dublín ha sido el no haber retrocedido en el diseño institucional de la Unión. En los tiempos que corren, no es poco.La UE tiene ahora una prioridad, la moneda única, que, de materializarse, surtirá efectos en todos los órdenes, incluida la integración política de Europa. Pero la Unión definió en Maastricht un calendario que obliga a avanzar en la reforma del propio tratado para lograr su mejor funcionamiento, una mayor integración, y posibilitar así que la UE se amplíe hacia el Este y el Sur. La llamada Conferencia Intergubernamental(CIG), lleva varios meses trabajando, pero la verdadera negociación, y esto es lo que se ha visto en Dublín, no ha arrancado. Aunque todos se conocen, cada Estado está aún olisqueando el terreno y reservándose las mejores cartas. El juego de la negociación debería empezar en las próximas semanas, cuando la presidencia irlandesa presente su borrador de nuevo tratado. El Consejo Europeo del 13 y 14 de diciembre en Dublín debería dejar atrás los prolegómenos y provocar los primeros y creativos chispazos.
Los mandatarios europeos ratificaron al menos la fecha de junio próximo para cerrar estas negociaciones. Cumplir este calendario es importante. De otro modo, existe el peligro de que se cree, por acumulación, un nudo de problemas sumamente complejo: la reforma del tratado, la apertura consiguiente de las negociaciones de adhesión, la decisión en 1998 sobre la moneda única y la revisión de las bases financieras de la UE.
Resulta positivo que de momento se haya salvado la primera cita de este calendario. Otra cosa es que se cumpla la agenda. Los grandes problemas de la reforma que se discute enfrentan a los países más integracionistas y a los menos euroentusiastas; a los que defienden la idea de una vanguardia que tire de los demás -la llamada "flexibilidad"- y a los que no quieren avanzar o temen quedarse atrás; a los menos poblados -supravalorados en su capacidad de voto en el Consejo de Ministros- y a los mayores, recelosos de que esta tendencia se acentúe con las próximas ampliaciones. ¿Tendrá la UE el coraje de resolver todas estas cuestiones antes de abrir las negociaciones con los países candidatos, o esperará a que éstas concluyan? En este marco se sitúan -desde hace tiempo, pero ahora ya explícitamente- las reflexiones alemanas sobre una reforma de la UE en varias etapas.
Probablemente resulte más fácil el avance en otras materias.- Desde luego las de Justicia e Interior para avanzar hacia un espacio judicial común, nada fácil de lograr, pues existen varias culturas al respecto en el seno de la UE, pero en el que se está dando una creciente coincidencia que interesa en particular a España y de la que Aznar ha hecho bandera.
Otro terreno de menor dificultad de avance es la política exterior y de seguridad, que plantea problemas más de carácter político que institucional. A este respecto resulta significativa la marcada ausencia europea en los intentos de solución de la crisis en Oriente Próximo. La UE, que es quien aporta más ayuda económica a la zona, desea tener también una presencia política. Modestamente, "hacer oír su voz". Para ello cuenta con la reclamación del líder palestino, Yasir Arafat, sin duda porque cada vez se siente más solo ante el peligro. Pero al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, no parecen gustarle estas interferencia s. El enviado europeo a la zona, el ministro irlandés de Asuntos Exteriores, Dick Spríng, comenzó ayer su ronda sin grandes perspectivas.
La situación es ilustrativa de cómo, tras el fin de la guerra fría, Maastricht y la unificación de Alemania, han desaparecido en buena parte las políticas exteriores de los Estados de la UE, sin que esta ausencia se haya visto compensada por una política exterior europea. El vacío, de un modo u otro, se llenará. Más vale que sea por los propios europeos.
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