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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Luciano Berio triunfa en la Scala de Milán con 'Outis', una ópera sin argumento

Quince minutos de aplausos saldan el estreno mundial de la obra del autor italiano

Luciano Berio ha hecho máxima de una verdad indiscutible, como es que el auténtico hilo conductor del teatro musical reside siempre en la música, y la ha desarrollado hasta el limite en Outis, la primera ópera de la historia que carece de argumento o trama. El estreno mundial de esta "ácción musical", en un sentido wagneriano que Berio actualiza, realizado ayer en La Scala de Milán, fue un éxito. Más de 15 minutos de aplausos a telón bajado tradujeron un resultado que parecía improbable, por las dificultades sintácticas del espectáculo y la partitura.

El éxito fue, en cualquier caso, espontáneo, no preparado, ya que no fue sancionado por un público de estreno, sino por el de una matinal de sábado, iniciada a las tres de la tarde, a la que asistió Umberto Eco junto a centenares de colegiales y otros espectadores mayoritariamente jóvenes. El bautizo oficial de Outis, previsto para el pasado 2 de octubre, quedó suspendido, al igual que la segunda representación, programada para el viernes, en virtud de una huelga laboral de La Scala que ha dado un contexto netamente contemporáneo a esta cita con la música. Una protesta obstinada y preocupante, como el caos felliniano de la película Ensayo de orquesta.La cita era importante, porque a las puertas del siglo XXI suele esperarse años para que un gran teatro se decida a poner en escena una nueva ópera contemporánea. La Scala lo ha hecho en esta ocasión sin escatimar medios y con reparto de categoría en el que brillan estrellas de la lírica como Monica Bacelli, Luca Canonici, Alan Opie o Tatiana Poluektova.

Itinerancia

Todo ello para este Outis itinerante, que como todo buen Ulises es gran protagonista e inidentificable al mismo tiempo, porque lo suyo es el viaje, el tránsito por las facetas y situaciones humanas. Outis, que significa en griego Ninguno, es el nombre que el héroe de Homero declara a Polifemo para salvar la vida, y Berio ha recurrido precisamente al cuento quizás más emblemático de la historia para tratar de demostrar que el teatro musical no necesita ya de una trama. El cine, ha dicho, es hoy un medio mucho más adecuado para narrar que la ópera.Al inicio de cada uno de los cinco ciclos en los que Berio divide su ópera, Outis muere por mano de su hijo Steve, transposición de Telegono, hijo de Circe, que, según la tradición, habría asesinado, sin reconocerle, al protagonista de La Odisea. Pero el doble del héroe, encarnado por el barítono Alan Opie, permanece en escena para penetrar en distintas situaciones referidas al mundo de hoy. La primera es un mercado de esclavas, por el que circulan Supermán y otros mitos contemporáneos reflejados en pantallas televisivas. Siguen un gran banco o bolsa; una casa de tolerancia tan procaz y explícita como nunca se había visto en La Scala; el tráfico de armas, el mundo de la guerra y un gran crucero que se hunde.

Los textos son de poetas y narradores que Berio asocia desde hace siempre a su obra, como Joyce y Austen, Shakespeare, Hölderlin, D. H. Lawrence, Bertold Brecht o Celan. Pero esto no quiere decir que los cantantes resulten comprensibles, sobre todo teniendo en cuenta que se expresan alternativamente en latín, italiano, inglés, alemán o griego. El compositor sostiene que texto, música y escena no deben explicarse mutuamente, y que sólo deben coincidir armónicamente, como las tres líneas de una polifonía.

"Parece que el teatro musical sólo se realiza de modo profundo y duradero cuando la concepción dramatúrgica es generada por la música", sostiene Berio en las notas del programa, y aplica este principio con tal libertad que, mientras el escenario, dirigido por Graham Vick, se llena de desnudos obscenos, de coitos realistas y masturbaciones frenéticas, la música de Outis apenas se altera. Mantiene su tempo lento y fascinante, como el de una idea compleja que se analiza, disecciona y desarrolla sin desembocar en una conclusión rotunda.

La partitura orquestal de Outis alcanza pasajes de gran belleza tímbrica y armónica. Berio es un magnífico escritor, de voces, corales o solistas, aunque apenas permite el abandono a la magia sobrehumana del canto. Todo parece proceder bajo estricto control mental, con una racionalidad explícita. Y ese puede ser el pecado de esta ópera. Las premisas de Berio son correctísimas, la ópera es música y hoy no es posible servirse de ella para transmitir la vivencia de un drama. Pero, ¿qué margen de espontaneidad le queda al compositor cuando ha perdido la inocencia frente al juguete que maneja?

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