Enseñanza virtual
Al parecer, la consigna de mirar hacia el futuro de nuestros nuevos gobernantes, unida a su destreza con la varita mágica electoral, convergen en el alumbramiento de soluciones creativas que arreglan todo. Sonríen. Donde dijeron digo querían decir diego, y lo comprendemos. La herencia, claro.Con la enseñanza, también. Si la Constitución dice no-sé-qué de obligatoria y gratuita, si la Ley de Educación que no-sécuántos alumnos por aula, o si las gráficas de fracaso escolar escalan himalayas, reinstauran la religión (católica, por supuesto) obligatoria y gratuita, incluso para los que intenten fracasar, y arreglado todo, todo, todo. Poco a poco vamos descubriendo por qué sonríe tanto este hombre. Porque España sigue por el buen camino hacia el mundo feliz de Maastricht.
Y es que los contribuyentes somos una panda de catetos que, buscando su hipote-musa, no nos damos cuenta de la nueva realidad que nos alegra. Virtual, por supuesto.
No vamos a dejar de sonreír porque en Villalba unos cientos de chicos y unas decenas de profesores se encuentren ante el nuevo curso sin un aula en la que fracasar juntos. La condal ministra tira de varita, sonríe y resuelve el problemilla. Ella debió ir a colegio de pago, pues que vayan todos, y paguen.
Y a esos descarriados que se ponen pesadísimos exigiendo enseñanza pública, les crea un instituto virtual. Sin edificio, ni aulas, ni pupitres, ni tizas, ni tonterías de esas que tanto gastan. Para que no griten ni se manifiesten, que, además de ser de un pésimo gusto, no dejan disfrutar a los demás con el espectáculo galáctico del mejor fútbol del mundo.
De sábado a lunes, de martes a jueves; y los viernes, toros. Para olvidar hipotecas, tasas, gravámenes, recibos o despidos. Pensar esas cosas sólo cría mala leche. Y con la calle revuelta se pueden enfadar los mercados y no dar dinero a ganar a especuladores y banqueros.
Así que si nuestros gobernantes no dimiten y sonríen ante lo de la enseñanza ésa, no vamos a pedir a los chicos de 15 años que se la tomen en serio. Tampoco iba a servirles de nada. Pero sonriamos todos.
Vivimos en la nueva España. La de la nueva realidad. Virtual, por supuesto.-
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