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Tribuna
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Amnesias

Es doblemente aleccionador que personajes de la política que en Un polaco en la corte del rey Juan Carlos me admitieron que el GAL había sido una cuestión de terrorismo de Estado, ahora pregonen que no. Me ratifica en la sospecha hacia la definitiva instalación de la política tal como la conocemos en la doble moral, la doble verdad y la doble contabilidad, y me acrecienta la evidencia de que el político es el amnésico más peligroso de todos los amnésicos, porque tiende a convertir sus mentiras en amnesias y porque su enfermedad no tiene cura.En vísperas de decisiones judiciales determinantes para la evolución del caso GAL, se explica la orquestada ofensiva argumental de implicados o presuntos implicados, incluso de un implicado por omisión, el señor José María Aznar. Las no facilidades que el Gobierno de Aznar ha dado a los jueces para que puedan demostrar lo que es evidente han sido presentadas como una prueba de talante democrático y como una decidida voluntad de no interferir en la lógica judicial. Es decir, la mejor manera de ser demócrata es ayudar a impedir que se desvelen graves violaciones de los derechos humanos, y nada hay más estimulante para que prosiga la lógica judicial que impedir a jueces y fiscales el acceso a pruebas.

La conducta del señor Aznar se inscribe en la patología democrática del fin de milenio. Comprendo que no se puede proponer una gran liquidación por fin de temporada de políticos con amnesia y de partidos cómplices. Pero la democracia, no sólo en España, produce la impresión de estar en manos de tahúres que esconden las cartas marcadas sin que nada pueda impedirlo, sin otra posible actitud cívica que pagar los impuestos para financiar fondos reservados y enterrar a los mismos muertos cuantas veces haga falta.

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