TVE digital, menos público y menos española
Si Dios no lo remedia con urgencia o el Gobierno no rebobina a tiempo, como suele hacer a menudo, bien puede decirse que el final de la televisión pública española ha empezado. Hace tiempo que el Partido Popular viene dándole vueltas a la idea de liquidar poco a poco Radiotelevisión Española -refundiendo sus dos cadenas terrestres en una, por ejemplo-, y, estos días, la dirección general del Ente ha puesto manos a la obra con una voluntad y una decisión que despiertan, primero, sorpresa, y enseguida, perplejidad.Cada vez que en estos últimos años el PP lanzó algún globo sonda sobre sus proyectos audiovisuales, casi siempre amenazadores para el futuro de TVE, surgieron protestas políticas, sociales y sindicales que invitaban a creer que llevarlos a la práctica a corto plazo sería poco menos que inviable. Craso error: la amplia oposición al desmantelamiento de la televisión pública que se ha manifestado hasta ahora, lejos de pararla, ha permitido a sus promotores estudiar y fórmulas capaces de llevarla a cabo con muchas menos dificultades de las que en principio se vislumbraban.
El primer paso se dio el jueves pasado en el Consejo de Administración de RTVE, donde la dirección general consiguió la luz verde necesaria para poner en marcha un apresurado e inmaduro Plan de asociación empresarial destinado a crear una plataforma internacional de televisión digital, gracias a la cual mucho me temo que en pocos años la televisión pública española va a dejar de ser pública, gratuita, igual para todos y, lo que quizás vaya a ser más grave, totalmente española.
Para empezar, sorprenden e inquietan las prisas con que la dirección de Radiotelevisión Española está queriendo imponer sus iniciativas para el desarrollo de la televisión digital. Nadie discute que RTVE debe incorporarse con urgencia 1 al proceso de investigación tecnológica y desarrollo empresarial necesarios para aprovechar las perspectivas que brinda la digitalización al futuro del negocio audiovisual. Todavía hay mucho por descubrir en este campo, pero con lo ya conocido y experimentado sobra para poder afirmar que el futuro de la televisión está en la televisión digital y en su capacidad para multiplicar la oferta de programas.
Partiendo de esta realidad, hay discrepancias, sin embargo, sobre la manera de acometer el reto que se les plantea a las empresas. La dirección general de RTVE, que tantos problemas acuciantes tiene sin resolver y sin abordar, en cambio se ha lanzado temerariamente en una iniciativa, que hasta ahora nadie consigue explicar ni explicarse, con la que sin duda hipotecará al Ente Público ante cualquier alternativa que en el cambiante ámbito de la industria audiovisual pudiera surgir, por no hablar de nuevo de lo que aún es más preocupante: la puesta en riesgo del servicio público de televisión.
La iniciativa de RTVE de constituir una plataforma para el desarrollo y explotación de la televisión digital en sociedad con un consorcio de empresas privadas, ya constituido para su implantación, en Latinoamérica, plantea temores y amenazas de las que ni siquiera se libra la televisión comercial en España. Con su anunciada asociación con el grupo integrado por Televisa, News Co. de Murdoch y O Globo, RTVE, renuncia para siempre a mantener su neutralidad en el negocio de la televisión. Lejos de mantenerse como garante de una oferta de televisión pública ajena a la competencia mercantil se pasa de lleno al ámbito de la televisión comercial e incluso colaborará a, facilitar la competitividad de algunas cadenas frente a otras.
En fin, son muchas las dudas que el proyecto de RTVE plantea, y la prisa con que la dirección general intenta ponerlo en marcha, lejos de disiparlas, las acrecienta. Todos los intentos por abrir un periodo de estudio, de análisis y de debate sobre la cuestión chocaron hasta ahora con la oposición frontal de los responsables del Ente Público y contra su deseo indisimulado por consumar hechos que mucho me temo que ni siquiera ellos mismos tienen claros. Lo único que sí aparece claro de partida es que, como apuntaba antes y lo repito, ante la televisión del futuro, Televisión Española dejará de ser la televisión de todos los españoles, dejará de ser pública e incluso, en cierta medida,, dejará de ser española.Según el proyecto de asociación con los tres gigantes de la televisión comercial, RTVE contará con el 25% de la futura empresa, frente al 50% del consorcio formado los imperios multimedia que capitanean Azcárraga, Murdoch y Marinho. El 25% restante se lo repartirán los socios españoles que se incorporen a la iniciativa. Si bien, este reparto deja sobre el papel una igualdad en los paquetes accionariales españoles y extranjeros; en la práctica serán estos últimos, no hay que ser un lince para preverlo, los que van a tener una mayor capacidad de control y manejo de la gestión. Pensar qué los casi míticos socios que RTVE se ha buscado van a sacrificar un dólar por razones de servicio público o en beneficio de la lengua y la cultura españolas es como volver a creer en los Reyes Magos.
En cambio, el consorcio integrado por Televisa, O Globo y News Corporation tiene muy cla ras las ventajas que puede obtener. Para ellos es un negocio seguro, con una inversión pequeña y casi sin riesgos. Controlará el mercado de los descodificadores, que de partida proporcionará los primeros y más nítidos beneficios, aprovechará el prestigio de TVE y el nombre de España para su implantación en Latinoamérica y, por fin, Emilio Azcárraga verá satisfecho uno de los sueños empresariales de su vida: entrar en el mercado audiovisual español sin hacer grandes inversiones, como las que le suponía la compra de Tele 5, y conducido del brazo por Televisión Española, con quien hace mucho tiempo que buscaba alguna forma de en tenderse sin lograrlo.Diego Carcedo es miembro del Consejo de Administración de RTVE a propuesta del PSOE.
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