Difícil curso

Acaba el verano, un verano atípico. Muy distinto al de los últimos años.Formaban ya parte de nosotros (igual que la Operación Retorno, el puente de la Paloma y la Operación Asfalto) la imagen de Miguelón coronando los Campos Elíseos al final de julio, las noticias de algún pueblo achicharrado a más de 40 grados o cientos de hectáreas calcinadas, la figura de González oteando, prismáticos al cuello, las marismas de Doñana.

Y, sin embargo, todo lo contrario: Induráin desciende del Olimpo, toda España sufre con las trágicas riadas y tormentas veraniegas, y tras los primeros, cien días de Gobierno repletos de devaneos entre Álvarez Cascos y Vidal-Quadras (sin duda la pareja del verano), llega septiembre con su vuelta a la febril actividad: presupuestos aún sin aprobar, documentos confidenciales a la espera o no de quedar enterrados, para siempre, huchas dispuestas ya en las consultas de la Seguridad Social con el fin de recoger los famosos "20 duros por receta"...

Y, mientras tanto, el presidente se estrena en Suramérica. Allí, con la compañía de Zedillo (¿y Chiapas?), Aznar expresa su reconocida patente de la "dignidad de la democracia", ahora para Cuba, reclamando para la isla elecciones libres, pero negando el diálogo y el apoyo. Eso sí, tiempo le ha faltado para aprobar el ataque a Irak por parte de Clinton en aras de los derechos humanos, la cooperación internacional y el respeto del territorio.

Buen comienzo, sí señor. Difícil curso nos espera-