Baltasar nos trajo carbón
Ibán /Tato, Sánchez, Liria
Toros de Baltasar Ibán, terciados, mansos y deslucidos.
Raúl García, 'Tato': estocada desprendida (silencio); bajonazo (aplausos). Andrés Sánchez: pinchazo bajo, media baja que escupe, pinchazo, estocada corta baja, rueda de peones (saludos con división); bajonazo (silencio). Pepín Liria: desprendida atravesada (silencio); estocada (silencio).
Plaza La Glorieta, 14 de septiembre. Tercera de feria. Tres cuartos de entrada.
El jugador de lotería tiene sus manías, los toreros las suyas y el aficionado a los toros, lo mismo. El aficionado a los toros, sobre todo el que no va a la feria entera ni escoge los festejos, no sólo lo hace porque los prefiere, sino porque además los argumenta con peregrinas consideraciones para reforzar su esperanza de aceptar. Uno, que cree en los Reyes Magos y que además tiene como monarca preferido a Baltasar, esperaba que ayer los toros de los herederos de Baltasar Ibán nos hicieran felices. Mis esperanzas no eran inconsistentes. Hace un par de temporadas se corrieron aquí seis toros rebosantes de bravura y temperamento, que inundaron la tarde de emoción, de manera que tenía suficientes razones para considerar mágico el nombre de Baltasar. Hasta ayer.
Ayer, en cuestión de toros, nos trajeron carbón o, lo que es igual, desencanto, mansedumbre, cobardía, aburrimiento. A lo mejor es que se castiga exigir toros de lidia en condiciones, y nos dan para el pelo con estos desastres ganaderos. No les digo más que uno de los toros se entableró de salida, lo cual no deja de ser sobresaliente hecho; fue el sexto, que se llamaba Peluquero. Luego cruzó el ruedo como un venablo y arremetió contra el picador que andaba por toriles porque le interrumpía el camino hacia la calle, no por nada. Apoteósico. Como el hastío de la tarde y el tremendo desencanto de tres toreros que venían indudablemente a por todas y se dieron de bruces con la adversidad.
Raúl García, que se presentaba en Salamanca, se fue de capa caída, ¡a ver!, habiendo comprobado que ni su voluntad ni su ajetreo obtuvieron resultados prácticos. Lo mismo el torero local Andrés Sánchez, que tragó todo lo tragable en su primero, y que anduvo con compostura ante el quinto, en todo caso haciendo salvedad del manejo de la espada.
Y otro tanto, en cuanto a Liria, que mire usted por dónde parecía que estaba de guardia en la UVI ante el tercero, derrengado a chorros, y que lo intentó en el sexto probablemente sin ningún convencimiento y sólo porque debía hacerlo.
Lo mejor de la corrida fue su brevedad. En menos de dos horas, todo el mundo a la calle. Los toros, al menos, tuvieron esa atención; la de no entrar en coma y hacemos esperar para llorarlos.
Babelia
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