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Aznar respalda a Serra y asegura que "los tiempos de los escándalos no volverán"

Luis R. Aizpeolea

Al tercer día, José María Aznar bajó de La Moncloa al Congreso y decidió apoyar a su ministro de Defensa, Eduardo Serra, sometido al foco acusador del diario El Mundo como presunto responsable de unas comisiones ilegales. "Los tiempos de los escándalos de corrupción no volverán. Ya nos encargaremos algunos de que no vuelvan bajo ningún concepto". Fue la frase que Aznar traía preparada para tratar de parar en seco la primera campaña desestabilizadora que sufre su Gobierno desde su constitución en la persona de su ministro de Defensa. Lo hizo en una rueda de prensa, anunciada por la mañana en el Congreso para después de su intervención en la sesión de control de los miércoles.

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Aznar llegó pronto al Congreso. Entró en un hemiciclo vacío y se sentó en su escaño rodeado de sus fieles: sus dos vicepresidentes, Francisco Álvarez Cascos y Rodrigo Rato. Más tarde entró el ministro de Defensa, Eduardo Serra. Aznar traía cara de pocos amigos, que se tradujo en un cierto nerviosismo, aunque trató de aparentar normalidad, en el desarrollo de su primera rueda de prensa en la que tuvo que dar la cara por uno de los ministros de su Gabinete, una vez finalizada la inane sesión de control.El jefe del Ejecutivo formalizó su apoyo a Serra con la misma expresión que le trasladó a su ministro en el almuerzo que ambos mantuvieron el lunes. "Serra lo ha contado de forma expresiva. Si el estaba tranquilo, yo también". Desde ahí, Aznar siguió conjugando la expresión "tranquilidad": "Ustedes deben estar tranquilos. No hay motivo de intranquilidad, porque yo estoy tranquilo".

Aseguró que no se arrepiente de haber nombrado ministro a Eduardo Serra, pese a haber colaborado con algunos gobiernos de Felipe González, con el consiguiente riesgo de resultar atacado, como ha sucedido. "No distingo entre orígenes políticos. He nombrado a las personas más competentes para un cometido determinado. Serra tiene una tarea de extraordinaria dimensión como es la reestructuración de las Fuerzas Armadas y el plan de integración en la OTAN". Y lamentó que la atención que se ha puesto sobre este ministro "sea otra".

Quiso el presidente restar importancia a los duras acusaciones contra Serra. Para él, no cabe duda de que el titular de Defensa es atacado por la necesidad de algún o algunos medios de comunicación -no citó ninguno- de vender emociones ante la etapa de normalidad por la que, a su juicio, está entrando la política española de la mano del Gobierno del PP.

"Esfuerzo de adaptación"

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Para el presidente no hay más, y basta con que esos medios de comunicación hagan un esfuerzo de adaptación a la nueva situación para que el problema se resuelva. Éste es, al menos, el mensaje que ayer lanzó en el Congreso. "España ha entrado, tras las elecciones, en una etapa de normalidad que requiere acostumbrarse a ella. En unos casos exigirá más esfuerzo que en otros, porque hay una normalidad apreciable en el diálogo político o en la marcha de la economía, y algunos la pueden encontrar más aburrida, poco emocionante y con menos noticias".Apostó públicamente porque el caso Serra será pasajero y aislado y adoptó un tono de contundencia para remarcarlo. Con ello insistió en la inocencia de su ministro y dio a entender que el Gobierno no se dejará atrapar por la red de los escándalos. "Los tiempos de los escándalos de corrupción no volverán. Ya nos encargaremos algunos de que no vuelvan bajo ningún concepto".

Aznar no quiso relacionar las presiones a que se ve sometido estos días con escándalos anteriores, y mucho menos con la etapa del Gabinete socialista. Negó que tras las denuncias contra Serra haya una convergencia de intereses o una conspiración para romper el Gabinete, como proclamaron los socialistas en su etapa última. Para Aznar, el único problema es la adaptación de algunos medios de comunicación a una situación de normalidad. "No hay vendavales, huracanes o gusanos goebbehanos. No volverán los tiempos de corrupción y escándalo. Todo el mundo es libre de ejercer sus críticas. Unas gustarán más y otras menos. Lo que tienen que hacer es un esfuerzo de adaptación".

Lamentó, y en esta crítica sí se asemejó a la que realizaban los gobernantes socialistas, que empezara a "no ser noticia" la política del Gobierno: "La liberalización de la situación económica, que baje el paro, que haya más inversión, que la economía mejore. Ésa es la normalidad que deseo, aunque no suscite emociones". Insistió en sus lamentos denunciando que los medios de comunicación no le dediquen la importancia que tiene al debate presupuestario y sobre la financiación autonómica. Tampoco concedió Aznar importancia a las peticiones de dimisión de Serra procedentes de los diputados del PP Luis Ramallo y Rogelio Baón. "Yo no lo hubiera hecho", se limitó a señalar al ser preguntado por las duras declaraciones de ambos contra Serra.

La primera marcha atrás del Gobierno del PP-el compromiso de que reformará el proyecto de Ley de Secretos Oficiales ante el aluvión de críticas que ha recibido- ocupó también una parte de la comparecencia presidencial. Prometió que el Gobierno se tomará tiempo en su tramitación y que tendrá en cuenta las opiniones del Consejo General del Poder Judicial, del Consejo de Estado y del Parlamento. "Lo vamos a hacer tomándonos el tiempo necesario. No es una cosa que urja, que agobie. Como parece que tiene alguna dificultad, lo vamos a tomar con tranquilidad". Confirmó, como anunció este periódico, que seguirá la misma pauta con la ley reguladora del Cesid.

No faltó una referencia a la "oportuna", dijo, renuncia del presidente del PP catalán, Alex Vidal-Quadras. Aseveró que Vidal-Quadras no arrojó la toalla a causa de "lo sucedido este verano" [su polémica conferencia en Santander contra los nacionalismos], sino que respondía a "todo un proceso de reflexión política y estratégica del PP en Cataluña".

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