Dos generales amigos unidos por el destino
Con mano firme, Chun Doo Hwan condujo durante los años ochenta la transformación de Corea del Sur de un país devastado por la guerra en un tigre asiático en plena expansión económica. Chun tenía las riendas del poder construido bajo los cimientos de su mentor Park Chung Hee, asesinado en octubre de 1979, cuando Corea se abonó a ritmos notables de crecimiento económico.Roh Tae Woo, su sucesor, amigo y antiguo compañero en la Academia Militar, tiene en su haber el éxito de los Juegos Olímpicos de Seúl en 1988, el ingreso de Corea del Sur en la ONU, el establecimiento de las relaciones con China y la extinta Unión Soviética y la llegada de la democracia.
Chun Doo Hwan, de 65 años, nació en el seno de una familia campesina pobre en Hapchon, en el sureste. Ingresó en la Academia Militar durante la guerra civil coreana (1950-1953). Profundamente nacionalista y ferozmente anticomunista, Chun participó en los setenta en la guerra de Vietnam. Llegado al poder después de un golpe militar en 1979 con la ayuda de Roh, a Chun le perseguirá siempre el fantasma de la matanza de 1980 en Kwangju de más de 200 personas en que reclamaban más democracia. La junta presidida por él, clausuró periódicos, encarceló políticos de la oposición, envió a 57.00' personas a campos de reeducación y reprimó protestas sociales.
En 1987, ante el desafío de la revuelta estudiantil, Chun aceptó, dejar el poder a Roli. Este, de 64 años, nació también en una modesta familia campesina en Taegu, en el sureste. Ministro de Seguridad Nacional en 1981, Roh pasó luego a Deportes, luego de Interior en 1982, para presidir en 1983 el comité organizador de los Juegos Olímpicos.
El 16 de diciembre de 1987 ganó las elecciones presidenciales, cuyos resultados no reconoció la oposición. Durante los años de su mandato (1988-1993) el país comienza a dar los primeros pasos de la democracia. En ese periodo, Roh, asegura que desea poner coto a la corrupción y acabar con el reino de los privilegiados. Permite que Chun se retire a un templo budista para expiar sus culpas. Accede a la libertad de prensa y deja entrever las esperanzas de una reunificación con Corea del Norte. Pero su imagen se mancha definitivamente en octubre de 1995, cuando admite haber recibido 650 millones de dólares en comisiones.
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