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El transfuguismo salpica a Fraga

Los populares se harán mañana con la alcaldía de Redondela gracias a un voto 'comprado' que demuestra, según la oposición, su creciente debilidad

La moción de censura de Redondela (Pontevedra), que mañana, martes, supondrá la sustitución como alcalde del socialista Xaime Rei por el popular Amado Ricón con el apoyo de un tránsfuga del PSdeG-PSOE, Francisco Puch, no convence a nadie en Galicia. Ni siquiera al PP, que se limita a argumentarla con el recordatorio de actuaciones análogas de los socialistas en otros casos de Gobiernos conservadores derribados por el mismo método. "No son los más indicados para dar lecciones", aducen Manuel Fraga, el presidente de la Xunta, y la plana mayor del PP gallego.Pese a perder una alcaldía que mantiene desde 1979, la oposición socialista y también los nacionalistas atisban en la crisis de Redondela un signo más de la debilidad del fraguismo en el horizonte de las próximas elecciones autonómicas. La victoria global de José María Aznar ha quebrado paradójicamente la consistencia de su formación en Galicia.

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Fraga ha sido probablemente el político que más se ha prodigado contra el transfuguismo, escocido por el bandazo que dio en 1987 el vicepresidente de la Xunta, Xosé Luis Barreiro Rivas, que llevó al PSOE a la presidencia de un Ejecutivo tripartito. El veterano líder sigue recordando hoy ese episodio como un precedente ignominioso que le evita entrar en el caso concreto de transfuguismo a punto dé consumarse en Redondela. Tanto él como el secretario general del PP, Xosé Cuiña, lo zanjan con una conocida cantinela: un asunto interno, de decisión local, urgido por la "situación de ingobernabilidad del municipio.Pero ya todo el mundo conoce el precio fijado por el tránsfuga, Puch, elegido en las listas del PSOE, para dar el Gobierno de Redondela al popular Ricón: la legalización de un edificio propiedad de su familia, cuyas obras paralizaron los socialistas, y el sueldo mensual de 200.000 pesetas netas que le corresponderá como concejal de plena dedicación en el nuevo equipo municipal.La primera parte de este pago cuenta con escasas posibilidades de concretarse. Los protagonistas lo han descubierto tan tarde que no han podido tapar a la transacción las orejas de la corrupción. Y Fraga, el gran debelador de tránsfugas y corruptos, transige. ¿Qué ha sucedido para que asuma un papel tan poco vistoso?

"La decadencia del PP en Galicia se ha hecho patente en los tres últimos meses", dice el ex ministro Abel Caballero, presidente del PSdeG-PSOE. "Fraga se siente débil y acosado. Después de sus diatribas contra el transfuguismo y la corrupción, no cabe mejor prueba de su debilidad política que esta presencia suya para digerir el caso de Redondela".

Se trataría de una confirmación de la pérdida de pulso político que apunta en el PP gallego coincidiendo con la formación del Gobierno de Aznar. Se produce entonces una transferencia de altos cargos de la Xunta, con el consejero de Sanidad, José Manuel Romay Beccaria, a la cabeza, que, sin embargo, no obtiene de Fraga una solución para cubrir las vacantes en su propia Administración. El goteo que aplica para los nuevos nombramientos desveló su incapacidad para someter la pugna interna de los barones del partido, que le replantean sus particulares cuotas de poder en función del panorama que abre, después de la larga etapa socialista, un Gobierno central del mismo color.

Los populares gallegos se las prometían felices en la nueva coyuntura. El propósito del Gobierno de transferir la recaudación del 30% del IRPF a las comunidades autónomas, netamente perjudicial para Galicia, arrojó sobre ellos el primer jarro de agua fría. Después,

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Aznar, en su tradicional comparecencia en la romería de Monte Faro, no asumió ni un solo compromiso concreto y deferente con esta comunidad. Ni siquiera bailó una muñeira como había prometido, lo que fue muy destacado por los medios locales. Contra todo pronóstico, la influencia gallega en Madrid se demostraba débil y el partido empezó a cuartearse.

Tanto el PSOE como el BNG lo han aprovechado hasta la saciedad subrayando la persistente relega ción de Galicia y la incoherencia que para el propio Fraga supone optar de nuevo a presidir la Xunta luego de insistir mil veces en lo contrario. La cohesión del partido le exige el sacrificio.Cuiña, secretario general del PP gallego, era el candidato más firme a su sucesión, su delfín. Pero no inspira confianza en Madrid. Por sus planteamientos galleguistas, por su talante y, sobre todo, por las sombras que arrojan sobre sus éxitos políticos la marcha de las empresas familiares, cuya facturación procede de manera muy importante de contratos con la Xunta. La dirección nacional del PP pide otros retratos en su cartel. Y los ministros gallegos, Romay y Mariano Rajoy, viejos rivales de Cuiña, han ganado la primera batalla: obstruir su acceso al pleno liderazgo de los conservadores gallegos.

Cuiña asienta su poder en ciudades medias de Pontevedra, como su Lalín natal. El suyo es un poder ruralista. Fue presidente de la Diputación Provincial y desde ese cargo tejió la devoción de muchos alcaldes que ha ido renovando desde la consejería de Política Territorial de la Xunta, obras públicas incluidas. A través de ellos y de lo que representaban conquistó a Fraga.Pero, desde que Fraga, contradiciéndose, anunció su candidatura para las elecciones autonómicas del próximo año, nada ha vuelto a ser igual en el PP gallego. Muchos cuiñistas lo son por un contagio de su fidelidad primordial a Fraga y, si el patrón duda ahora en nombrar sucesor, cuando parecía cantado, la consistencia de Cuiña se convierte automáticamente en un interrogante. Romay y Rajoy reparten desde Madrid cartas que ofrecen respuestas propias y alternativas sobre la configuración del partido en Galicia.En las bases conservadoras ha empezado a cundir el desconcierto. En Tui, cinco de los once concejales del grupo popular se han escindido y desde el grupo mixto ofertan al PSOE una moción de censura para acabar con el alcalde cuiñista. En otros municipios, el PP busca tránsfugas de izquierdas que le permitan hacerse con las alcaldías a través de mociones de censura: en Muros, Carral, Sanxenxo... "No les importa desestabilizar los ayuntamientos con tal de obtener más proyección en las próximas elecciones autonómicas, que marcarán la pérdida de su mayoría absoluta", afirma Olaia Fernández, del BNG.En ese contexto se inscribe la crisis de Redondela. Jesús Pérez Varela, recién nombrado consejero de Cultura y Comunicación de la Xunta, atisbó en esa localidad precisamente, en la que nació, la ocasión de afirmarse con una presencia partidaria de la que carece.

Pérez Varela ha acompañado a Fraga desde su desembarco en la Xunta como responsable de las comunicaciones oficiales y del reparto de cuartos públicos entre los medios privados de Galicia. La oposición no se cansa de denunciar el efecto demoledor de su política sobre las libertades de expresión e información y ahora le señala como el gran muñidor de la crisis de Redondela. "Tengo algún poder en la Xunta, pero ninguno en el partido", dice él con modestia. Se ha reunido varias veces, sin embargo, con los promotores de la moción, tránsfuga incluido, "y toda la operación lleva su sello", afirma Rei, el alcalde socialista que mañana dejará de serlo.

El consejero de Cultura, vinculado a Rajoy por su íntimo amigo Francisco Villar, secretario de Estado de Administraciones Públicas, inspira la crisis de Redondela cuando el partido da el plácet a la maniobra. "Hemos podido presentar la moción de censura desde hace un año", declaraba Ricón. Pero entonces era otra la, disposición de fuerzas.

Pérez Vare a busca ahora en su pueblo el feudo electoral que le permita intervenir en la reconfiguración del partido y, llegado el momento, en la cuestión sucesoria de Fraga. Cuiña lo acepta para no abrir mayores fisuras en el partido. Algunos de sus peones más cualificados, como el presidente de la Diputación de Pontevedra, Manuel Abeledo, no han dudado, en cambio, en expresarse contra la operación del conselleiro.

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