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El guerrillero que humilló a Washington

Alfonso Armada

La misión de la ONU en Somalia fracasó el día en que cedió el mando de la operación a Estados Unidos y la primera potencia del mundo decidió poner precio a la cabeza de Mohamed Fará Aidid, el principal señor de la guerra somalí. El orgullo forma parte de la fibra existencial de los clanes somalíes, y a Aidid le sobraba.Tal vez ahora este Estado que sólo existe en la fantasía de los cartógrafos encuentre la manera de unir los añicos en que le dejó la lucha implacable entre clanes desencadenada tras el derrocamiento de Siad Barre en 1991.

Dado por muerto en infinidad de ocasiones por sus incontables enemigos, Aidid, nacido hace unos sesenta años en la región de Belet-Huen (en el centro del país, cerca de la frontera con Etiopía), acababa de celebrar el tercer aniversario de su victoria "sobre las fuerzas internacionales de la ONU comandadas por EE UU". Aidid, que controlaba el sur de la capital, ejercía con indudable talento como señor de la guerra. Le gustaba combinar la inmaculada camisa blanca, cuando se dejaba ver en Mogadiscio como presidente interino y civil de un país fantasmagórico, con la guerra militar. Siempre rodeado de una caterva de jovencísimos fieles armados hasta los dientes a bordo de furgonetas con ametralladoras antiaéreas.

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Después de haber jurado bandera con el Ejército colonial italiano, Aidid tenía el rango de capitán en 1960, cuando a la llegada de la independencia se integró en el Ejército nacional somalí. Hasta sus peores enemigos reconocen su capacidad táctica, que demostró ampliamente en 1993, cuando toda la poderosa maquinaria militar estadounidense fue incapaz de cazarle en el laberinto de Mogadiscio y 18 soldados de la primera potencia cayeron bajo las balas de los hombres de Aidid.

Tras pasar un tiempo como embajador en Nueva Delhi, a su regreso se hizo con la jefatura de un nuevo movimiento guerrillero, el Congreso de la Somalia Unificada, con el que contribuyó decisivamente al derribo de Barre. Entregada Somalia a la ley que dictan en sus zonas de influencia -a veces un puñado de calles -los señores de la guerra. La desaparición de Aidid ha dejado el campo libre a otro líder guerrillero, Ali Mahdi Mohamed, para forjar nuevas alianzas que acaso devuelvan la paz a la desgarrada Somalia.

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