El papa y su doble

Se estrenó en Madrid, sala Olimpia, en octubre de 1990; no creo que se haya vuelto a representar hasta ahora esta pequeña joya inacabada de Jean Genet. Entonces tuvo la dramaturgía y la dirección de Ángel Facio, que nunca vaciló en añadir sus propias invenciones a los textos que representaba. La versión que ahora nos da Espacio 3.000, en la sala Triángulo, también tiene sus singularidades. La primera, que la hacen tres mujeres, para añadir ambigüedad a lo que ya la tiene en sí, comenzando por su título: Ella es Su Santidad, que en idioma francés se declina en femenino (en español se entiende que estos atributos, como su majestad o su señoría, no cambian el género de quien está así adjetivado). Supongo que este morbo del género, aunque amado por Genet, que se enorgullecía de su homosexualidad, es secundario. Pero la idea de una segunda o tercera naturaleza en, todos le fascinaba. "Nosotros somos la sombra, el envés, de los seres luminosos", decía en Les negres; aquí el papa es el ser luminoso que es a su vez la sombra de los marginados. El teatro era también para él ese juego de doblez, o de espejo. Tampoco pienso que el carácter de blasfemia o de escatología aparente en esta obrita -por tamaño; su grandeza es patente- tenga importancia; ni siquiera que sea verdad. Este papa ficticio que sólo representa lo más grande del mundo no se rebaja por su carácter humano: los cinco cantos (no están todos; la obra no se terminó) de "Ias lamentaciones del papa" contienen más grandeza que la imagen. Es el juego de dobles, el de símbolos y de imágenes, el de fondo y forma, el que constituye lo esencial de esta escritura teatral.Merece la pena. Quizá la traducción no tenga un buen castellano; quizá la representación sea más de aficionadas que de profesionales (con todo el encanto y, también, la aversión que esa diferencia puede suscitar); o la dirección de Víctor Conteras esté limitada por los elementos de que dispone. Aun así, todos hacen trascender lo que fue Genet.