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CATÁSTROFE AÉREA EN EE UU

Y la bola de fuego se convirtió en bengala

"Mi mujer y yo vimos algo moviéndose en el cielo, cubierto de una luz naranja", asegura uno de los testigos

JUAN CAVESTANY En un remoto brazo de tierra de la costa sur de Long Island en la plácida localidad de East Moriches, los pescadores miraban ayer al Atlántico con una mezcla de dolor e incomprensión. La noche del miércoles, muchos de ellos vieron en el cielo una "bola de fuego" que se convirtió pronto en una "bengala" descendente hasta chocar con el agua. El desastre del vuelo 800 de la TWA ha dividido al pueblo: mientras unos se prestan gustosos a testificar ante las cámaras de televisión, otros se esconden en sus casas tratando de ignorar el goteo de cadáveres que la Guardia Marina de Estados Unidos está rescatando del mar sin esperanza alguna de encontrar supervivientes.

Pese a ello, el portavoz de la Guardia Marina, Jim McPherson, dijo ayer por la mañana a las decenas de periodistas congregados que la prioridad seguía siendo la búsqueda de cadáveres. El análisis de los cuerpos puede dar pistas sobre la causa de la explosión.

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Mike Cavanaugh, el dueño de la ferretería del pueblo, se quejó de la "invasión de periodistas corno buitres" que empezaron a descender sobre East Moriches desde la noche del miércoles. "Es algo horrible", dijo Cavanaugh, "pero no podemos explicar nada".

Sin embargo, un hombre llamado John Kewicki se movía fluidamente entre las cámaras mostrando un boceto de la explosión que había hecho él mismo, "Mi mujer y yo vimos algo moviéndose horizontalmente en el cielo, cubierto de una luz naranja", explicaba. "Luego hubo una, explosión y la trayectoria se vino hacia abajo". El resplandor del estallido se pudo ver desde el lejano Estado de Connecticut.

En ese momento, los vecinos que no se fueron a sus casas a seguir los telediarios, cogieron sus barcos y salieron a la zona del accidente, pese a las advertencias del riesgo en la zona. Otros testigos habían alertado ya a la policía de lo ocurrido.

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Eran las 20.45 de la noche del miércoles (seis horas más en la España peninsular), y la palabra clave era miedo. A 90 kilómetros de allí, en Nueva York, los amigos y familiares de los pasajeros del vuelo 800 estaban regresando a sus casas después de haber ido a despedirles al aeropuerto John Fitzgerald Kennedy, y en el acto tuvieron que regresar al enterarse de la explosión.

La terminal de TWA se convirtió entonces en el segundo escenario del desastre, con agentes de policía acordonando la zona y la Cruz Roja y el Ejército de Salvación improvisando una sala para consolar a las familias de las víctimas. Progresivamente fueron trasladados a un hotel de la zona, donde les consoló el alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani. Pero la falta de detalles sobre el desastre hacía muy difícil rebajar la tensión.

Siete cadenas de televisión retransmitieron el desarrollo de los acontecimientos en directo. Dos de ellas, la CNN y la recién estrenada MSNBC, durante toda la noche, ininterrumpidamente.Rompió el alba en East Moriches y el pueblo fue literalmente invadido por el personal y el equipo pesado de la policía del condado de SuffoIk (Long Island), de la ciudad de Nueva York, de la Guardia Marina de EE UU, la Armada, y la prensa. Barcos especiales de rescate, ambulancias, retretes portátiles, y coches con sirenas y cristales ahumados desfilaban por las calles de una localidad normalmente vacía.

Después de una noche angustiosa, al menos se iba a poder ver algo en las aguas, 15 kilómetros al sur de la costa. Pero lo que se vio era un panorama desolador: maletas esparcidas por la superficie del agua, chalecos salvavidas y barcas hinchables, todas desocupadas. Los equipos de salvamento dividieron una zona marítima de 240 millas cuadradas (621 kilómetros cuadrados) en nueve rectángulos para facilitar la inspección, pero hasta entrada la tarde de ayer ningún submarinista había podido aún descender bajo el agua, pues la zona no se consideraba segura.

La primera pieza del fuselaje del avión se extrajo del agua a las once de la mañana. Para entonces, el acceso a las playas de East Moriches estaba completamente vedado. Las autoridades advirtieron a los vecinos que si caminaban por la playa podían encontrarse restos humanos o trozos del avión. Los trabajadores que estuvieron directamente implicados en el rescate de los primeros cuerpos salieron del barco gravemente afectados.

En el pueblo, realmente ya no había nada que ver excepto vecinos hastiados y periodistas en retirada. El gobernador del Estado de Nueva York, George Pataki, rodeado de guardaespaldas con radio, admitió bajo un sol de justicia que el FBI estaba involucrado en la investigación, pero no detalló cómo, y el comentario no hizo sino aumentar el temor a la posibilidad de un atentado.

"Sobre todo, estamos asustados", dijo un pescador de East Moriches. "El avión podría haber caído sobre nosotros. Pero eso es lo de menos. Es que no debería de haber caído".

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