Más de 500.000 personas celebran en Berlín una gigantesca fiesta 'tecno'
El octavo 'Desfile del amor' superó en asistencia a Woodstock
Fue una mezcla de Carnaval de Río, Woodstock y Descenso del Sella. Unas 600.000 personas celebraron ayer la octava edición del Love parade [Desfile del amor], que convirtió a Berlín en una gigantesca discoteca de música tecno. Los participantes llegaron en trenes especiales que recorrieron Alemania durante toda la noche. Estaba previsto batir marcas, y se hizo: fue la mayor fiesta de la historia de la juventud.
Con la histórica Puerta de Brandenburgo como testigo, el Desfile del amor recorrió durante todo el día de ayer la Avenida del 17 de junio, una de las arterias principales de Berlín. Hace 27 años, el festival de Woodstock logró reunir a 450.000 personas. Ayer, un ejército de 600.000 adictos al movimiento tecno llegados de todo el mundo bailaron al frenético ritmo que salía de una caravana formada por cuarenta camiones descapotados.Las plataformas iban armadas con superpotentes sistemas de amplificación, y sobre ellas estaban los más famosos pinchadiscos tecno y house de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.
"Somos una familia"
Los ecologistas se habían encargado de retirar los nidos de los pájaros del cercano Tietgarden para que los decibelios no hiriesen sus tímpanos. La concentración se celebró bajo el lema "Somos una familia", y había recibido la consideración oficial de manifestación política, pero los mensajes de amor surgían por doquier.Al menos así se captaba a través de la MTV, la cadena televisiva que metió el inmenso house party al aire libre en unos 280 millones debogares. Sobre el techo de un automóvil, una pareja, macho y hembra, realizaba una exhibición particular entre lambada y coito, en un alarde de acrobacia. Una mujer, entrada ya en años y en carnes, bailaba sin cesar al compás de la música, vestida sólo con el sujetador de la cintura para arriba. Un cuarentón disfrazado de Superman daba grititos y decía: "Sólo veo amigos por todas partes. ¡Es maravilloso!".
Montones de jóvenes portaban toda clase de tatuajes sobre, la piel y llevaban pelos con todos los colores del arco iris. Más de uno llevaba la cabeza con tal cantidad de colores, que habría servido perfectamente para la carta de ajuste del programa de televisión. La previsora policía alemana se había encargado de untar con una especie de sustancia deslizante las farolas para evitar que se subiesen a ellas. No sirvió de nada. Allí se encaramaron los bailarines, en una auténtica fiebre del sábado noche, mientras escuchaban esos sonidos monótonos y cacofónicos que todos los presentes parecían entender e interpretar con movimientos de la anatomía.
"Tecno es sensual. No es arte, pero es sensual. No se oye con los oídos, sino con todo el cuerpo", decía una partcipante. "No te preocupes por el mañana, vive intensamente el hoy", afirmaba otra. Ana, llegada desde Zúrich, declaraba en el periódico Die Tageszeitung que le molestaba la concentración masiva, porque en Alemania la asocia con los desfiles nazis. Y afirmaba de forma contundente que el lema "somos una familia" le recordaba lo de "un pueblo, un Reich, un Führer".
Sociólogos de vía estrecha advierten que el tecno es la música individualista de la juventud de los 90, que está unida al consumo de éxtasis, que pasa de política y sólo se ocupa de pasarlo bien. Otros decían que viene a llenar el hueco en la sociedad del ocio. Había, no obstante, bastantes camisetas que invitaban a "hacer el amor y no la guerra". Sería tal vez para trazar la línea que lleva a Woodstock.
Babelia
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