El cementerio nuclear de El Cabril

El artículo publicado el domingo 30 de junio en EL PAÍS sobre el cementerio nuclear de El Cabril, pleno de ironía y buena pluma, presenta una visión idílica de la instalación. Podría decirse que a su autor le ocurre lo que a la madre portera de las carmelitas descalzas -a la que alude dos veces- y que le sobra fe en las palabras de Enresa.Da por bueno que la mayor parte de los bidones almacenados en El Cabril "se genera en actividades sanitarias, industriales y agrícolas". Cuando lo cierto es que la inmensa mayoría proviene de centrales nucleares. Mirando, por ejemplo, los dos últimos informes del Consejo de Seguridad Nuclear se ve que de 277 transportes realizados, sólo 63 eran de instalaciones radiactivas. El resto eran de centrales nucleares. Y en el futuro la proporción crecerá. El IV Plan de Residuos Radiactivos, elaborado por Enresa, prevé que sólo 7.000 metros cúbicos provengan de instalaciones radiactivas. El resto hasta 203.600 metros cúbicos se generará en la industria nuclear.

Y tampoco es exacto que sean sobre todo "guantes, jeringuillas, envases, agujas, residuos biológicos, líquidos de centelleo y trapos de limpieza". Incluye también concentrados de evaporador, todos de filtración, resinas de intercambiadores iónicos... Que no sólo parecen ser, son mucho más tóxicos radiactivamente. ¿Por qué será que los técnicos de Enresa en su labor divulgativa siempre omiten los residuos más peligrosos?

Y dentro de 300 años habrá que seguir vigilando la instalación, porque lo allí almacenado no habrá dejado de ser peligroso, como se repite machaconamente en todo el artículo. El Cabril tiene licencia para almacenar agujas de Radio-226 cuya vida media es de 1.622 años. Y también tiene autorización para llevar los grafitos radiactivos de Vandellós I, hoy todavía en dicha planta, en los que abunda el Carbono-14 con más de 5.720 años de vida media.- Presidente de la Asociación Ecologista de Defensa de la Naturaleza (Aedenat).